ESTADO DE ALARMA

Os pensareis que voy a hablaros de la pandemia maldita. Pues no. O de política. Y tampoco porque está la política como para hablar de ella. Horror.
Quiero hablaros de un estado de alarma que me sorprende y además me incordia desde hace tiempo. Mucho. Aunque ya me había olvidado de él.

Voy al Centro Comercial Tremendo y Enorme donde está mi óptica y también mis gafas de cerca, lejos y sol (estas últimas de regalo).

Las pruebo, las pago y salgo. Alegre porque ahora dispongo de nuevo de lo imprescindible para pasear escaparates: capacidad de visión. Como, debido a la dichosa pandemia, he perdido por completo la musculatura precisa para ir de compras y también gran parte del interés por esta actividad, en cuanto veo un par de Ultimos Días de Outlet y otro de Nueva Temporada de Primavera ya estoy agotada y aburrida, por ese orden.

Decido pasar por el lavabo (delicioso eufemismo) e irme a tomar un café que me levante el ánimo. Y ahí, justo enfrente del Señoras, me sorprende de nuevo el estado de alarma que os decía.

PUERTAS ALARMADAS exclama en mayúsculas hiper grandes cada cartel sobre cada puerta. Lo encuentro terrible y me asusto de aquella manera. Si hasta las puertas del Centro Comercial Tremendo y Enorme se alarman, no voy yo a ser menos. Señor, Señor, qué temporadita llevamos.

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