Esa soy yo, la demócrata. Y no sólo eso. En realidad soy la más demócrata de Madrid Comunidad. Por lo menos.
Porque mi jornada de hoy ya me lo veía venir pero aunque no me ha cogido de sorpresa ha sido una auténtica paliza. Por mi cuenta y riesgo fui a votar a primera hora de la mañana, bueno, sin exagerar, a las 10 de la mañana. La cola daba vuelta a la esquina, así que decidí no pararme, saludar a unos amigos que venían a pie, elegantísimos que era un orgullo saludarlos y continuar al siguiente colegio electoral, el de mi madre.
Pequeño paréntesis: los amigos guapos y elegantes debo decir que además están ligeramente sordos y completamente despistados. O sea, creo yo, que están mayores. Porque toqué el claxon o bocina alegremente y ellos, que venían de pie y de frente, ni inmutarse. Saqué entonces la cabeza por la ventanilla y les llamé por sus nombres de pila y DNI a grito pelado y agitando la mano izquierda. Y tampoco. En cambio la fila de coches en segunda y tercera fila se confabuló ligeramente contra mi. Huí a la residencia de mi madre.
Y pensé, no sé cómo, que el colegio que hacía de colegio electoral estaba cerquita de la mencionada residencia de la Tercera Edad. Y que era más sencillo un paseíto empujando la silla de ruedas materna con madre encima que plegarla ( la silla, no mi madre), meter el artilugio en el coche, meter también el andador para que mi anciana y venerable mamá pudiera dar unos pasitos en brazos del policía de la puerta mientras yo me comía el coche… En fin, que eché a andar empujando la silla con mi mami. Y sí, probablemente era más simple pero, creedme, matador también fue. El colegio de las narices estaba al final de una cuesta y las cuestas hay que bajarlas y subirlas, eso seguro. Y además empezó a hacer calor. Esos calores africanos que suceden en distintos pueblos de Madrid Comunidad cuando una pensaba que qué mañana tan fresquita, me llevo la chaqueta por si acaso.
Para seguir empujando y no morir en el intento planté bolso y chaqueta en brazos de mi madre que, lo reconozco, es de buen conformar. Aunque votemos distinto e incluso opuesto. Desde el 82 porque antes no se podía. _»Hija, qué paliza te estás metiendo, pobre» decía ella.
_ «Date por votada hasta el próximo milenio, madre o por lo menos hasta que cambies de opción política», decía yo a punto de hiperventilación.
Terminé con mi madre (o más bien terminó ella conmigo), me despedí y acudí de nuevo a votar. Tampoco hubo suerte esta vez. La cola había crecido. Días hay en que es complicado ser màs demócrata que ninguna. Entonces fui a llevar a votar a mi hijo. Que quería votar conmigo, qué divertido, y yo a mi hijo no le niego nada. Y por supuesto, también vota diferente a lo que voto yo.
Como Madrid Comunidad tiene tantos pueblos mi familia vota o lo intenta en Majadahonda, Pozuelo de Alarcón, Alcorcón y Alpedrete. Sólo conduce la de Alpedrete. Para cuando llegué a Alcorcón ya me había quitado la camiseta azul marino que llevaba bajo un bonito blusón en tonos azules y ciertamente transparente. Pero ya para entonces me daba igual. Recogí a mi hijo y nos fuimos de safari a la caza de «su» colegio electoral. Que estaba lejos y hecho un horno. La combinación de mi amor por la democracia, el imprescindible tercer viaje turístico-rural del día y el intenso calor hizo que mi bonita media melena a dos colores (ahora soy blanco y negro como el café) se me quedara pringosa y adherida a cráneo y cogote. Como si no me hubiera lavado el pelo desde la Primera Comunión. Lo solucioné con un moño rápido estilo la abuelita Paz de los tebeos.
En la cola, un amable joven me indicó «a la izquierda, señora, mayores de 65 por la puerta de la izquierda y sin esperar». Con lo cual decidí que el moño me hacía un poco mayor pero que fantástico. Votó mi vástago, se comió un trozo de tarta de queso hecha por mis manitas que le había llevado, me dió un beso de mascarilla y se marchó a jugar al pádel. No he llamado todavía para averiguar si se ha licuado.
Volví a mi cola de votar por tercera vez y… ¡¡¡voté!!!. Lo digo en serio, soy más demócrata que nadie. Y perdonad que me haya extendido al contároslo. Ahora que mañana, agujetas fijo.
Orgullosísima me hallo de ti. Espero que no te estén hundiendo hoy las agujetas.