DESCONCIERTO

La vida, a ratos, es muy desconcertante. O sea, va una por la vida con las ideas claras y la agenda bien ordenadita. Y de golpe y porrazo… ¡zas! el desconcierto. En mi caso, yendo por la autovía 509 desde el más allá donde habito en dirección a la civilización occidental, es decir, Majadahonda. El desconcierto se manifiesta en forma de embrague que en lugar de cumplir su obligación de director de marchas, elige la libertad. Esto que durante el invierno sería un percance, en estas fechas y temperaturas se convierte en riesgo de ataque de calor. De nervios también pero sobre todo de calor.

Y luego las cosas que tiene agosto: mientras espero a la grúa llamo a varios talleres de reparación en la zona. En todos me cuentan que están a tope y esta no es temporada buena para que se estropee el coche. En uno me dicen que no pueden tocar mi pobrecito utilitario hasta el 26 del mes corriente (a pie). En otro que no tienen coches de sustitución ni alquiler hasta pasada la Virgen de agosto. Y en el tercero me piden comprensión para el hecho de que ellos también tienen derecho a veranear. Porque ese es el tema, que los talleres están a medio gas, con bastante más de la mitad de la plantilla en Benidorm o en casa de los abuelos en el pueblo.

Creía yo en mi ignorancia que la vida en este país se había modernizado un montón. No hasta el punto que piensa y nos dice Pedro Sánchez pero mucho, bastante al menos. Y no. Seguimos con tiendas, bibliotecas y talleres cerrados por el calor y porque agosto es mes de vacaciones y ya está. España no solo es diferente sino también estacional.

Medito sobre este asunto mientras espero a la grúa. Veo la información sobre la temperatura exterior que no es 84º aprox. como imaginaba sino algunos grados menos. Delante para un señor en moto. Digo señor para ponerle una edad y maneras, no es un motero imberbe licuándose bajo la chupa de cuero negro. Se ha parado para preguntarme si estoy bien o necesito algo, si funciona el aire condicionado del coche y si tengo agua. Así, sin conocerme de nada, por puro interés en el prójimo y solidaridad. Como aprendí yo con mis padres y ejerzo siempre que puedo. Le miro como Julia Roberts miraba a Richard Gere cuando este trepaba a su ventana con las flores en la mano. Para mostrarle mi agradecimiento más profundo. Mi emoción también. Y no lloré de la mencionada emoción para no deshidratarme. Desconcierto, ya digo.

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