Me pican los mosquitos. Siempre. Aunque haya varias personas en la habitación (o chiringuito o tienda de campaña). Los mosquitos me eligen siempre, soy su favorita.
Visto que tengo las piernas decoradas con enormes lunares rojos, mi médica se apiada de mí y me receta pomada de corticoides para que me unte sobre la decoración. Ni ella ni yo tenemos claro que sea cosa de mosquitos. Yo pienso en arañas porque los mosquitos vuelan y hacen zzzz. Y, esta vez, no.. Ella no sabe no contesta. El del Nilo o el Mono no son.
En las dudas, cada noche deambulo por la casa de safari nocturno con un aerosol (malísimo para el planeta, lo sé) que vale para todo insecto que no se identifique en la entrada. Y de pronto se me enciende la bombillita del ¡eureka!: pulgas, seguro que son pulgas.
Ahora bien, de pulgas yo no entiendo nada. Mi única referencia al respecto es el perro Pulgoso y sus risitas. Me lanzo a Internet buscando confirmación y remedios. Lo primero es fácil: durante mi última mudanza mi prima favorita se ofreció a hacerme de guardamuebles del sofá. Le estoy eternamente agradecida pero no se me ocurrió pensar que su casa consta no solo de marido e hijos, sino también de perros y algun gato vecino. la parte «perros» es importante. Deduzco que las mías son pulgas importadas.
En cuanto a la solución plaguicida, Google me ofrece todo un mundo de color. De color blanco, sobre todo. Y algun cacharrito tecnológico. Al día siguiente me hago con un kilo de sal fina de mesa, otro de bicarbonato y el matón enchufable (las ciencias adelantan que es una barbaridad). Siguiendo instrucciones espolvoreo sobre el sofá, las sillas y alfombra los blancos, niveos etc elementos. El ambiente queda que dan ganas de cantar Montañas Nevadas.
Conecto entonces el aparato eléctrico con licencia para matar pulgas por ultrasonidos, ultrasustos o lo que sea. Es pequeñito y, por supuesto, blanco. Y tiene unas graciosas luces de colores que se encienden y apagan con alegría y ritmo.
Enchufo después mi miniaspirador para llevarme por delante el níveo manto o como se diga del sofá. Que, se supone, en unas horitas ya ha cumplido su función eliminadora de pulgas. Y… nada. No funciona, tiene problemas serios de batería.
Así que heme aquí: La casa disfrazada de la Casa Blanca talmente como si el interiorismo lo hubiera hecho la mujer de Lot. Y en la pared del fondo lucecitas de colores (azul, amarillo, rojo y verde) alegres e intermitentes.
Hago lo único factible: me siento en el sofá entre las blancas colinas de almohadones, canto Noche de Amor Noche de Paz y también Los Peces en el Rio y espero al trineo de Papa Noel.