Y eso es decir muchas cosas a la vez. Unas buenas, otras más que muy regulines y la mayoría una pesadez. Esto va a dar para varias entradas y por eso prefiero empezar por lo más curioso. Y llamativo. Lo que yo denominaría
BUENA PRESENCIA
Voy a presentar la denuncia y suplicar para que me hagan un duplicado del DNI antes del año que viene. Ya en la puerta me llama la atención el policía que me dirige a los distintos departamentos. Es un hombre muy amable y comprensivo pero además… francamente guapo. Me divierte pensar que lo tienen precisamente en la puerta para causar buena impresión.
Pero luego está el que te hace pasar el bolso (¡otro¡) por el escaner. Y es un señor que está estupendo. De verdad. Espero en la propiamente sala de espera a que me reciba el encargado de denuncias varias. Espero poquísimo y …el policía que dice mi nombre y me da paso es un guapetón alto y delgado como su madre, moreno saladó… Me dan ganas de cantar.
Analizo friamente (bueno, templadamente) mis impresiones. Me pregunto si el estrés o la falta de gafas de cerca (que se fueron también con el bolso) me estarán deformando la visión. Porque no es corriente, creo yo, que una comisaría parezca un muestrario de guapos. Todos del formato morenazo con ojos claros y cuerpo poderoso de los de «tengo que agacharme para hablar con usted señora». Y llego a la conclusión de que veo fenomenal (nunca mejor dicho) y que estos policías corresponden a lo que antes se llamaba personas con «buena presencia». La buena presencia la exigían para muchos empleos e implicaba ser bastante mono y además ir limpito y bien planchado. Mis, desde ahora, polis favoritos, cumplen esas características y el uniforme les sienta como un guante. Doy gracias al Señor del Universo por proporcionarme esta especie de cuidados paliativos para la vista en un día más bien aciago. Y no me atrevo a preguntar si tienen calendario del 2025 o, por lo menos, uno compartido con los bomberos.