Lo primero para ser ciudadano de segunda es, evidentemente, ser ciudadana. Y no lo digo por el escándalo de las mamografías andaluzas. Eso, además. Por cierto, he oído en la radio a no sé cuál política asegurando que no consta ningún fallecimiento causado por los retrasos en la comunicación del diagnóstico. Mujer, pues sólo faltaba. Y ojalá no se haya producido, la cuestión ya es suficientemente grave y terrible y espantosa y… sin difuntas por el medio.
Ya he contado alguna vez que en mi segundo embarazo, en esta numerosísima familia mia (tribu más bien) cuatro primas estábamos encintas a la vez. Todas querían tener un varón menos yo que prefería repetir y que fuera niña. Luego nacieron Ana, Marta, Nuria y… mi hijo Juan.
Mi prima Inés me decía que un chico lo tendría mucho más fácil en la vida. Yo, ingenua total, pensaba que 25 o 30 años después de su nacimiento sociedad y mentalidad habrían evolucionado convenientemente hacia un status más o menos igualitario. Ay qué razón tenía Inés.
Se nota sobre todo en las pequeñas cosas. Porque las grandes, la brecha salarial, el reparto de tareas etc suenan fuerte pero cada día podemos fijarnos en algo medio silencioso, de hablar bajito, cualquier tontería que nos recuerde que somos ciudadanas de segunda.
Ejemplín: los llamados eufemísticamente servicios o baños en lugares públicos. Los hay para mujeres, hombres y sillas de ruedas y así los señalizan en los dibujos, carteles etc de la puerta. Con la salvedad de que los adaptados (denominación más amplia y veraz que las dichosas sillas) están siempre adosados al de señoras. No entiendo si es que hay más mujeres que hombres con problemas de movilidad. Ni por qué los caballeros con esa discapacidad tienen que ir al de señoras aunque no se hagan preguntas sobre su género. ¿Tal vez porque tampoco son ciudadanos de primera?
También los «cambiadores» para, efectivamente, cambiar los pañales al bebé están mayoritariamente (alguno he visto en el otro lado) en el aseo de mujeres. Quizá porque, como todo el mundo sabe las cacas y pises de un menor corresponden exclusivamente a su madre.
En fin, pequeños incordios que nos recuerdan que somos todavía ciudadanas de segunda. Con ministras y militares, sí, pero… Qué deprimente. Menos mal que no le han dado a Trump el Nobel de la Paz, cada día trae su alegría.