Vivimos en una sociedad tan patriarcal que debemos tener máximo cuidado para no caer en las trampas. Que están por todas partes: en casa, entre los amigos, en el trabajo, en familia, en el super.
Me doy cuenta charlando con unos amigos. El tema es peliagudo: Dani Alves y sus méritos para estar en la cárcel y salir de ella muy condicionalmente, rumbo, supongo, al avión privado y un país con palmeras. Pero casi de inmediato la conversación gira hacia la víctima. Y ahí es dónde nos perdemos en grupo. Se comenta que la víctima había bebido mil copas. Que estaba con el futbolista en un reservado. Que se fué con él a los lavabos. Que qué se esperaba en esas circunstancias. Que no se le puede dar marcha a un hombre y no darse cuenta de lo que pasará después. Que….
Y esa es la trampa. De pronto parecemos los abogados defensores del ¿señor? Alves. Estos amigos son buenas personas (comprobado) y, aparentemente, poco machistas (no conozco a nadie y me incluyo, que sea Cero Machista). ¿Entonces? Pues que aún vivimos en una sociedad patriarcal que se aferra a dichos y costumbres de siglos pasados, pero que muy pasados. Y esa mentalidad nos impregna en cuanto nos descuidamos. No es cuestión de teoría sino de práctica. Tenemos que sacudirnos los hábitos para que se ventilen. Dejar de empatizar con los violadores condenados y desearles mucho arrepentimiento y contrición y propósito de la enmienda y… muchos años de cárcel. Y no pensar en la víctima más que como eso, como una víctima. Da igual que sea una niña bien o una prostituta, que esté con copas o a trinaranjus, que vaya bien tapadita o descocada. No quería más y fue agredida sexualmente. Violada, vamos.
No sigamos cayendo en la trampa de buscarle excusas al violador a costa de la víctima. Tengamos cuidado.