LA CALDERA

Nuestro lema familiar es “come y haz pis siempre que puedas porque nunca sabes cuándo tendrás oportunidad de volverlo a hacer”. Es un lema útil en cualquier circunstancia y particularmente durante los viajes. Mi hija Julia le acaba de añadir “y lávate el pelo” y es cierto que en cuanto las circunstancias se espesan un poco, le pilla a una la reunión de trabajo o el encuentro con un antiguo novio con la melena opaca y carente de glamour.
¡Qué bálsamo para el espíritu pensar que nuestros pequeñuelos crecen no sólo en belleza y musculatura sino en sabiduría práctica! Lo pienso, tan contenta con mi niña, mientras maldigo cuidadosamente al Tipo de la Caldera.
El mencionado Tipo de la Caldera ha visitado esta última con la excusa de la revisión anual. Y ha debido pensar que el confort moderno es una acumulación de excesos y la Caldera una esclava extenuada. O algo similar. Porque ha optado, sin pedirme opinión ni darme el parte siquiera, por dejar la calefacción chuflando comme-il-faut y el agua caliente en absoluto. No sé si me seguís. ¿Me merezco yo tener que bajar un piso y cruzar un patio envuelta en toalla y agua helada y criando estalactitas en la melena para ponerme de acuerdo con la Caldera?. Mi vida está llena de hombres malos.

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