ALGUNOS HOMBRES EXTRAMALOS

Como Fernando el del taller, ése mismo. Resulta que voy esta mañana rauda y veloz al mencionado taller para recoger mi pobrecito utilitario. Y nada más aparcarlo me llaman al móvil
_¿Sí? _digo para empezar, porque en general soy positiva
_¿Alicia? _pregunta la voz que es voz de hombre
_Sí _digo porque sigo siendo positiva (todavía)
_Soy Fernando _dice la voz_ ¿dónde estás?
_Aquí, en el taller _digo ya un poquito menos positiva porque me temo Lo Peor
_Anda, pues te estaba llamando para decirte que no te vinieras todavía que me ha dicho el compañero que no estará tu coche hasta la tarde _dice Fernando, confirmando mis temores de Lo Peor_
Luego sale de su cueva para saludarme, dice. O para regodearse en el mal ajeno, pienso yo. La cuestión es que me vuelvo (otros ¾ de hora porque nieva y el tráfico está de aquella manera) con el coche de alquiler y sin mi pobrecito utilitario.
Pienso en mi amiga M.U que el otro día me contó lo que durante años ha sido su sistema infalible: Hay que buscar al mecánico del mono con más manchurrones de grasa porque ése es el que más curra (a veces el único que curra). Una vez localizado, se acerca una al mecánico en cuestión y le dice “¿qué tengo que hacer? soy toda tuya”. Explica M.U. que esta operación adelanta la entrega del coche en al menos un par de días. Al final va a resultar que la culpa es mía, pienso.
En fin, de momento voy a crear una lista de HOMBRES EXTRAMALOS y darle el primer puesto a Fernando, el del taller. Y mañana… mañana será otro día, como dice Escarlata O’Hara.

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