UN HAIKU

Como en casa de una amiga con más (amigas). Esta actividad, siempre gozosa, se convierte hoy en planazo superlativo porque tiene excusa ecológicobotánica. Palabra, por cierto, que es un desafío al diccionario de la RAE.
Mi amiga vive junto a la Quinta de los Molinos y allá nos vamos con el café recién tomado a ver los almendros en flor. O lo que esta primavera deja de los almendros en flor entre lluvias y amagos de nieve. Siguen estando preciosos. Un poco desconcertados tal vez por el cambio de temperaturas cada cuarto de hora. Como mi perra.En mi calle han florecido los ciruelos cuando las mimosas apuntaban sólo una pelusilla amarillenta. Después llega el ventarrón. La perrita mira a lo alto despistadísima: ¿llueven flores?
Me dicen que el pasado fin de semana había caravanas de coches en la carretera hacia el valle del Jerte. Para echarle una ojeada a los cerezos floridos. Que se esfuerzan bajo el viento helador. A los madrileños, la Quinta de los Molinos nos pilla más cerca de la Puerta de Alcalá. Y los almendros son como más castizos. Los cerezos en flor me parecen a mí algo japonesizantes (a ver qué dice ahora el diccionario de la RAE, hala).
De todas formas y como estos árboles primaverales piden poesía a gritos, propongo dedicarles un haiku:
Sobre la blancura de los almendros, nieva.
Por ejemplo. Para decir un haiku como Dios manda, hay que guiñar los ojos a estilo oriental y aguantarse la risa.

Y las e incluso los que no sepan qué es un haiku, que no lo brsquen en el diccionario de la RAE: no viene. Pero pueden hacerse un esfuercito por Internet.

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