UNA ALEGRIA

Mi aventura de hoy no es una aventura sino una alegría:
He encontrado mi aparcamiento favorito en la villa de Madrid, zona centrísimo.
Es el garaje (público) del hotel Santo Domingo que como su nombre no indica no está en la cuesta de Santo Domingo ni en la plazuela de Santo Domingo. Sino en la calle canija que va desde justo antes de Callao hasta Santo Domingo propiamente dicho.
Nada más entrar ya se lleva una cierta sorpresa. Porque la primera rampa de bajada tiene todo el muro ilustrado con dibujos de gorilas. Los primos de KingKong tienen un aire bastante amenazador sobre fondo de mucha selva, lianas y demás. Ahí empiezo yo la preguntarme dónde me he metido y si el parking será público o tal vez privadísimo y dedicado en exclusiva a fiestas tropicales. Probablemente con pilinguis incluidas en el sarao.
Como no puedo detenerme, continúo hasta la segunda rampa cuya pared derecha luce un muestrario de pinturas de metro. No de un metro (mide mucho más) sino de los trenes del transporte subterráneo y metropolitano: el metro, ya digo. Que, por cierto, está representado con muchos vagones retorcidos y una realista sensación de movimiento que me arroja a la planta tercera.
Aquí, el artista (o los artistas, porque hay pintura y pared para dar y tomar) ha organizado un cuarto de juegos para niños. Así que niños (de tamaño gigante, por cierto) juegan a los cochecitos con utilitarios de colores y tamaño un palmo (aprox.)
A partir de ahí me rindo: he caído seducida por un aparcamiento donde es imposible equivocarse de planta y no hace falta memorizar números y colores para recuperar el coche propio, o sea, mi pobrecito utilitario.
Bajo a la cuarta y última planta llevada sólo por la curiosidad y el afán investigador y científico que me caracterizan. Y soy recompensada: este piso es una inmensa pecera de paredes pintadas de azul, algas agitándose en la corriente y peces grandes comiéndose al pez chico. A mogollón.
Aparco frente a una manada (cardumen se llama a esto, pero no quiero abrumaros con mi sabiduría) de sardinillas. Y me voy tan contenta. Hoy no me pierdo fijo (y no me perdí, listillas e incluso listillos).
Eso sí, de precio, carísimo. Pero tan entretenido…

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