DE PENES Y BICICLETAS

Estoy motorizada en mi bólido rojo colorao y espero pacientemente a que una ancianita amorosa pero muy ancianita cruce despaciosamente el paso cebra. Con tantos años y tanta vida como aparenta, me parece que se ha ganado ir tranquila y sin prisas.

Cuando por fin toca acera, arranco. Y del espacio estelar o algun lugar igualmente etéreo surge una bicicleta con enérgumeno encima que intenta atropellarme. Freno en seco y me dispongo a que él se disculpe y yo sea amable y comprensiva porque la juventud ciclista tiene eso, que va deprisa y le da lo mismo el paso cebra, la acera o la calzada.

Pues no se disculpa, no.  Por el contrario me hace partícipe de que, en su opinión,  soy una parienta demenciada. Y que a gentes como yo y otros motorizados se debe el cambio climático (¡¡¡!!!). Y además me aclara a grito pelado que él  con su bici va por dónde le sale de su miembro masculino. Que debe ser un problema  ya que me comenta también que tiene su mencionado miembro masculino del tamaño y forma de una cazuela.

No lo dice así, claro, sino en rima populachera y soez.  Pero, vamos, eso es lo que se le entiende.  Así que he sido primero ignorada y luego insultada por un jovenzuelo que lleva la agresividad a pedales, la vista escasa y desde luego no al frente y un peinado horroroso.  Ese tan a la moda que consiste en afeitarse el cogote hasta la coronilla y dejarse ahí arriba un matojo piloso por si algun pájaro quiere anidar y no encuentra donde.

No quiero pensar lo que harán estos jóvenes conmigo cuando  sea una ancianita amorosa. Si es que llego.

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