EL SERVICIO

O, más bien, ¡¡cómo está el servicio!! Esto, con título de película de Landa de los 70, me ha traído últimamente muchos sinsabores.
El penúltimo, con una señora de físico potente y, por lo que se vio luego, fuerza de voluntad más potente aún.
Alertada por problemas anteriores, le dije que una semana a prueba. Ella dijo que un mes. Yo, que en cuatro días ya sabía yo si nos ibamos a entender o no. Y así quedamos.
La primera noche me dijo que en su dormitorio sobraba un mueble viejo de ordenador puesto que ella no tenía ordenador y sí disfrutaría mi tablet que no precisaba mueble alguno.
Me dijo que quería tirarlo. Estuve de acuerdo pero también me negué a moverlo yo, que estoy delicada de la espalda y sumamente delicada de las rodillas. Que ella lo haría todo. Pues vale, le dejé una alfombra pequeña para que arrastrara el trasto y ya está.
Subió del departamento muebles viejos, basura y demás, pidiendo paracetamol porque resulta que también padecía delicadezas vertebrales.
Al día siguiente me la encontré en el minipasillo de casa, dirección cocina, enfundada (sólo) en unas braguitas de encaje sintético y color naranja butano.
Al tercer día le expliqué que, en mi opinión, no íbamos a entendernos porque no pensábamos ni parecido y eso que no habíamos hablado de religión, sexo o política. Le ofrecí pagarle los tres días supuestamente trabajados (que no lo fueron) y la insté muy educadamente a que se marchara.
Ella dijo NO. Y se sentó en la silla antigua del recibidor a pintarse las uñas.

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