Vale, he tardado algunos días ¿y qué?
Lo que quería contaros es que, una vez instalada dentro de la bata papelera, se me desmontó parte del montaje de Perfectita Pérez, la parte de seguridad en mí misma, sobre todo. La batita, dicho sea de paso, me la pongo como me da la gana. Que es con apertura delantera y con la cintita ridícula sin atar. Si se trata de pudor, me siento mejor así que con el trasero al aire y si se trata de sujetar la bata en torno al cuerpo, prefiero arrebujármela :esa cintita no sirve más que para entretenerse porque no se queda en su sitio jamás. La de la bata del otro día, por cierto, venía atada con un complicadísimo nudo supongo que marinero, sin descartar que sea la marca de un asesino en serie. Bien, cuando acababa de utilizar los dientes para desatar la cintita ridícula que, a su vez, ataba la bata enrollada como un calendario chino, entra una Amable Señorita para advertirme de que “cuando se ponga la bata, nos vamos”. ¿Nos vamos? ¿A dónde nos vamos? ¿Y por qué nos vamos a ir juntas?. Pues nos vamos a dar la vuelta a todo el centro médico, en olor de multitudes, con la asquerosa batita por encima, los tacones puestos y la ropa propia y el bolso al brazo. “Uy, se le ha caído el sujetador”, me dice la Amable Señorita entregándomelo y empujándome dentro de la salita de Densitometrías. Minutos más tarde _muchos_, y tras quitarme la bata y volvérmela a poner, siguiendo instrucciones, la Amable Señorita me extrae de esa sala y me anuncia _”nos vamos”_ un nuevo recorrido entre manadas de pacientes hasta embutirme en la sala de Mamografías. Y justo antes de cerrar la puerta… “Uy, se le ha caído otra vez el suje”, me dice la Amable Señorita que ya está cogiendo confianza (y el sujetador del suelo).
De la sala esta y tras quitarme la bata y volvérmela a poner según costumbre, salgo por mi propio pie y alegre y pimpante debido a que, en contra de lo habitual, no me han dejado las pechugas fritas a base de vuelta y vuelta. La Amable Señorita me guía entonces entre otras señoras con la bata azul y la cara verde (¿qué les habrán hecho a ellas?) hacia la salita de Ecografías donde me insta de nuevo a quitarme la batita de las narices. Ya para entonces me daba todo igual _más o menos_ y reconozco que con el look (salvo zapatos) de Perfectita Pérez al brazo, me resultaba algo difícil mantener la mirada altiva y despreciativa. Por la incongruencia, más que nada. Pero entonces la Amable Señorita tuvo un detalle que me levantó la moral a la altura de los tacones. Y me devolvió la pizca de confianza en mí misma que había perdido con tanto trajín de bata papelera: “Lleva usted un sujetador precioso”, me dijo la Amable Señorita. Lo que, viniendo de una experta como ella, es un piropo importante. Que ella en cambio, tuviera un aire pelín hortera, no tiene ninguna importancia. De verdad.