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LA IMAGEN

miércoles, enero 4th, 2017

En uno de los saraos propios de la estación, he conocido a una dama de profesión envidiable. Es asesora de imagen. En todos los sentidos, desde los colores que podemos y debemos utilizar al largo de la falda o el volumen de la chaqueta que obligatoriamente tenemos que evitar. Todo ello enfocado a ir guapas y seguras por la vida. Seguras de nosotras mismas, se entiende.

Porque cuando una se mira al espejo y se encuentra hermosa, espléndida, elegante, etc sale de casa pisando fuerte y esa fuerza no la pierde en todo el día. Por eso digo que es una profesión maravillosa.  Lograr que una persona saque lo mejor de una misma por dentro y por fuera, debe dar mucha felicidad. Digo yo.
Oyéndola contar sus experiencias he comprendido mi problema. Que es, principalmente, que al verme en el espejo me veo sólo hermosa. Cuando acaben estos festejos, sé además porque más sabe el diablo por viejo que por diablo, que me encontraré hermosísima. Y esto me baja la moral. Una tontería porque la belleza está en el interior y etc, y porque hermosísima y todo, estoy estupenda.
En fin, mientras ahorro para el Psicólogo Desconocido al que yo le haría un monumento con lamparita de aceite inapagable y mientras continúo ahorrando para el Psicólogo Desconocido este, debido a que ni hija ni yerno quieren tratarme, mientras tanto, digo, he descubierto una fórmula para salir en las fotos como a mi me gusta. Por lo menos para las fotos de grupo y cuerpo entero.

Tiene algunas exigencias respecto al atrezzo pero el resultado es tan bueno que merece la pena.
Consiste en encontrar o hacerse con un par de sofás colocados en L. Distribuir a los demás invitados a la foto en los mencionados sofás. Y cuando ya están todos preparados y sonrientes, salto yo grácilmente por la esquina de los sofás y me coloco allí mismito. Detrás. Asomando únicamente la cabeza y la pechuga como un busto romano.
La necesidad de ser grácil (y ágil), es decir, de mantener durante el salto una apariencia armónica y graciosa, se debe a que en ese lugar suele haber siempre una mesita incordiando. O una lámpara alta. O cualquier elemento disuasorio para evitar que el personal haga justamente lo que yo recomiendo: gimnasia o yoga (por los retorcimientos de piernas y brazos sin perder nunca la sonrisa) por medio y mitad del salón.
Hay, además, que ponerse de rodillas para mostrar sólo lo mejor de una misma. Y elegir el perfil bueno que, en mi caso, es como el de Julio Iglesias, el izquierdo. O no, nunca me acuerdo y así salgo de desastrosa en los móviles de mis amigas.
Lo he comprobado ya un par de veces y… éxito total. Me voy a hacer yo también asesora de imagen.