Archive for marzo, 2024

TENGAMOS CUIDADO

martes, marzo 26th, 2024

Vivimos en una sociedad tan patriarcal que debemos tener máximo cuidado para no caer en las trampas. Que están por todas partes: en casa, entre los amigos, en el trabajo, en familia, en el super.

Me doy cuenta charlando con unos amigos. El tema es peliagudo: Dani Alves y sus méritos para estar en la cárcel y salir de ella muy condicionalmente, rumbo, supongo, al avión privado y un país con palmeras. Pero casi de inmediato la conversación gira hacia la víctima. Y ahí es dónde nos perdemos en grupo. Se comenta que la víctima había bebido mil copas. Que estaba con el futbolista en un reservado. Que se fué con él a los lavabos. Que qué se esperaba en esas circunstancias. Que no se le puede dar marcha a un hombre y no darse cuenta de lo que pasará después. Que….

Y esa es la trampa. De pronto parecemos los abogados defensores del ¿señor? Alves. Estos amigos son buenas personas (comprobado) y, aparentemente, poco machistas (no conozco a nadie y me incluyo, que sea Cero Machista). ¿Entonces? Pues que aún vivimos en una sociedad patriarcal que se aferra a dichos y costumbres de siglos pasados, pero que muy pasados. Y esa mentalidad nos impregna en cuanto nos descuidamos. No es cuestión de teoría sino de práctica. Tenemos que sacudirnos los hábitos para que se ventilen. Dejar de empatizar con los violadores condenados y desearles mucho arrepentimiento y contrición y propósito de la enmienda y… muchos años de cárcel. Y no pensar en la víctima más que como eso, como una víctima. Da igual que sea una niña bien o una prostituta, que esté con copas o a trinaranjus, que vaya bien tapadita o descocada. No quería más y fue agredida sexualmente. Violada, vamos.

No sigamos cayendo en la trampa de buscarle excusas al violador a costa de la víctima. Tengamos cuidado.

EL AGUA Y YO (III)

jueves, marzo 7th, 2024

Ayer me enteré de que los hombres que se ocupan de mí y particularmente de mi salud y bienestar físico se llaman siempre Fernando. Así se llama mi fisioterapeuta y el profesor/entrenador de natación. Para distinguirlos cuando pienso en ellos los llamo»Fernandoelquemecruje» (denominación de origen donostiarra, porque donostiarra es la amiga que me lo sugirió) y Fernandogluglú.

La semana pasada Fernandoelquemecruje estuvo propiamente crujiendo, ordenando, estirando, ablandando y algun etcétera todo lo que se me habia cambiado de sitio o puesto tieso por culpa de Fernandoglugú. Y es que este último al principio tenía en mí una fe ciega. Tanta que me hacía cruzar piscina, patalear (que técnicamente se llama «¡patada!») y controlar la respiración «¡burbujita!» mucho más de lo que mi cuerpo y mente eran capaces de hacer. Ahora, días después, ya su fe es sólo algo miope y nos llevamos mejor.

_Alicia _me dice_, tú mucha respiración, ¡burbujita! ¡burbujita!, porque el impulso de avance y la flotación ya los tienes.

Y yo me quedo mudita, con lo difícil que es callarme a mí, porque no sé muy bien si, en conjunto, esto que me dice es bueno o malo. Agotada salgo y con agujetas en lugares extraños.

Y luego está lo del gorrito dichoso ahora complementado con unas gafas de hormiga atómica que, de verdad, no favorecen nada. Cuando me quito el gorro me caen ríos de agua por la espalda y sobre los hombros. Porque la gorrilla esta no vale más que para asustar al enemigo. Segura estoy de que si me cruzo con un tiburón, sale pitando. Es la antítesis del glamour. Luego, cuando me seco el pelo, se me queda una melena ondulada pero muy ondulada. Algo así como de El Rey León pero sin la parte Rey.

Eso sí, los dos Fernandos opinan que la natación es buenísima en general y mejor todavía para mí en particular. Así que, con la imaginación puesta en un futuro de sílfide y Esther Williams, continúo.

AGUANTE Y VULGARIDAD

viernes, marzo 1st, 2024

Llevo semanas aguantándome. Varias. Desde que Inés Hernand nos contó los Goya, que ya lo dijo ella, que los contaba en plan humor y comentario, no en plan transmisión periodística. Y lo que me aguanto es un odio bastante visceral hacia la televisión pública que es de todos y entre todos la pagamos. Esta RTVE de los últimos tiempos me despierta indignación frecuente y, esta mañanita, repugnancia incluso.

Tenía yo una mañana de marujeo total, incluidas lavadora, compra, guisoteo y no incluida plancha porque de verdad, por ahí, por la plancha, sí que no paso. Acorde con mi situación y ánimos decidí poner la teleone para informarme de la corrupción política de la semana y como agradable sonido de fondo

En la pantalla aparece una escena que me hace sospechar que me he equivocado de canal. Compruebo el mando. No me he equivocado. Vuelvo a mirar y veo un señor, bueno, el culo de un señor (¿?) con una bengala chisporroteante bien plantada por medio y mitad. Unos jóvenes varones se despepitan de risa y comentan que debe ser el cumpleaños del, pongamos, bengalí. El, pongamos, bengalí, duerme el sueño de los justos (¿?). Me quedo tan atónita que vuelvo a ver la escena casi al completo antes de ser consciente y apagar la teleone. Porque, por si no me he enterado bien a la primera, el vídeo o lo que sea se reproduce de nuevo. Luego me entero de que un par de delincuentes cometen alegremente este tipo de tropelía y además abusan sexualmente de unas niñas (¿a que lo de niñas suena mucho más horroroso que «menores»? pues resulta útil recordar que menores significa simplemente niños o niñas según el caso). Todo ello previa ingestión voluntaria y/o forzada de drogas varias.

Y ahora viene la pregunta: ¿Ayuda a la información el pase por la tele en bucle de semejante escena? ¿Me ayuda a mí de alguna manera el verla? Porque con mis impuestos se paga el programa que, repetidamente, la emite.

Tal vez sea yo una rancia pero lo de esta mañana en un programa supuestamente informativo y lo de Inés Hernand en los Goya me parecen una muestra de vulgaridad. Y si, como al parecer sucede con la señora Hernand, es que a los más jóvenes les atrae mucho el visionado de la vulgaridad pues qué pena de educación les hemos dado. Y mal remedio es fomentar esta querencia.

La señora Hernand abrió su «Goyas» con una blasfemia, continuó llamando «icono» a todo el que pasaba cerca, presidente o el último de la fila y avisando de que tenía un gas. Finalizó con un eructo a micrófono. La redacción y los responsables últimos del programa siguen a tortas, unos a favor y otros en contra.

El programa de y para mañaneros nos plantó la escenita antes descrita sin discusión, por lo que se ve. Y se oye.

Pero a mí que lo pago con mis impuestos nadie me ha preguntado mi opinión. Y cada vez que veo este tipo de cositas en «mi» tele me da una vergüenza atroz. Y me lleno de odio hacia RTVE que juega con mi dinero y me agrede con su vulgaridad. Y me aguanto, claro.