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MUNDO INSÓLITO

sábado, febrero 23rd, 2019

No tengo muy claro si este título viene de las páginas centrales del Hola o de algún tebeo de mi infancia. Pero se me ha ocurrido aquí mismito, sin salir de casa. Porque en mi casa suceden cosas cuando menos desconcertantes.
A veces los cajones del congelador se adhieren al fondo y entre sí que ni con agua caliente, de verdad. No es un dicho. Es la cruda y sobre todo, fría, realidad. ¿Por qué se adhieren? Porque una, fina primero y luego bastante gruesa, capa de agua congeladísima los rodea. ¿De dónde sale el agua? Pues eso es lo insólito. En un frigorífico tan No Frost como el que más, sin conexión a las mangueras del jardín o la piscina del vecino.
Y hablando de vecinos. Vivo ahora en un bajo y estoy de limpieza en el cuarto de baño. Tiro el agua del cubo de la fregona al váter. Y tiro a continuación de la cadena. Y el agua no se va. Todo lo contrario. Sube y sube hasta casi desbordar la taza. Ya que estoy metida en faena, cojo el desatascador y ataco con furia.
Me temo lo peor. Porque en principio desconfío de un inodoro atascado. Muchas historias he oído sobre crías de cocodrilo o serpientes pitón de siete metros que se pasean por los desagües. El desatascador hace honor a su nombre (si es que se llama así) y hace aflorar desde el subsuelo medio kilo de papel higiénico blanco en trocitos y… un calcetín. Blanco también.
Y ahora viene lo insólito. ¿De quién es el calcetín? Es grande para mi pie y diminuto para el pedazo pie de mi hijo. Y no siendo de casa y estando en el bajo deduzco que el calcetín en cuestión viene de arriba. Aparte de que en mi familia nunca ha habido la afición de ir metiendo calcetines en los váteres. De hecho cuando mis sobrinos mellizos eran pequeñísimos sí tuvieron una etapa
exploratoria de los misterios de la naturaleza. Pero lo que tiraban al váter (y empujaban luego a ver qué pasaba) eran libros. Concretamente los que dormían en la balda más baja (y por tanto, accesible) de la librería del pasillo. Jóvenes intelectuales eran mis sobrinos.
Y misterioso el vecino calcetinero. Como además no utilizo el ascensor no puedo subir con un vecino e inmediatamente mirarle los pies a ver si da la talla.
Mundo insólito, ya digo.