No digo los de Ucrania. Esos tienen razón de ser y objetivos (terribles). Me refiero a los disfrazados de todoterreno o SUV preferiblemente de color (negro) aparcados en doble fila a la salida de los colegios.
Como a los colegios propiamente dichos les queda un cuarto de hora antes de desaparecer excepto con fines electorales, aprovecho para comentarlo ahora y en septiembre ya lo recordaré.
Los tanques estos llevan al volante una joven generalmente rubia de peluquería ejerciendo su papel de madre sección primera, apartados 1) recoger a los niños del cole y 2) distribuirlos por los locales de las diversas actividades extraescolares. En algunos casos, la joven al volante es sustituida por alguna señora todavía estupenda pero rubia de otra peluquería (la suya de toda la vida), es decir, la abuela, con los mismos objetivos y modos que su hija o nuera. O sea, aparcar en doble fila.
Y el problema es que estos gigantescos coches no están diseñados para la ciudad, ocupan dos sitios de aparcamiento a lo largo y otros dos a lo ancho. Han sido pensados para las grandes praderas y horizontes lejanos, para las colinas embarradas y los barrancos por donde puede uno despeñarse a placer sin molestar a nadie. En ningun caso para transportar criaturitas con pantalón gris o faldita de tablas a ballet, ajedrez y judo.
Creedme, si yo fuera Directora General de Tráfico Ciudadano o similar (que nunca se sabe, así que tratadme con cariño) pararía a los coches estos en el primer semáforo y pediría a la conductora el certificado de finca. El acta de propietaria de grandes predios con sus montañitas, riachuelos y cotos de caza. Porque ahí es donde estos tanques tienen su hábitat natural. Y no molestan a nadie.
Y, por cierto, los que preguntan porque hablo de estos conductores siempre en femenino, que se pasen cualquier tarde a la salida de cualquier cole y echen cuentas de cuantos señores hay. En según que cosas no hemos evolucionado tanto como creíamos.