TÍTULOS (II)

diciembre 5th, 2022

Lo decíamos de pequeñitos: «Y ahora viene la segunda parte que es la más interesante». En este caso la segunda parte es más bien triste y de mucho pensar.

Supongo que todo aquel montaje sonoro e iracundo tiene algo que ver con Tamara Falcó, la marquesa por antonomasia según varios medios de comunicación. Eso me gusta más todavía porque Tamara es joven, guapa y elegante. Simpática además con ese deje pijo estupendisimo que a veces despista sobre lo inteligente que es.

Y lo supongo porque no creo que mi particular Fiera Turca (perdón turcos y otros amigos) tenga trato o siquiera acceso a ningún título nobiliario como no sea viendo a Tamara en El Hormiguero o similar.

Lo que me impresionó fue su odio, su ira, la cólera que traía ya de su casa. Porque yo no tuve tiempo ni me dej´´o un instante para provocar su indignación. Ahora los llaman jeiters (haters, escriben), odiadores, en las redes sociales. Y nunca me había encontrado con ninguno. Lo de esta mujer no sé si era ser jeiter o, simplemente, maleducada en grado sumo. Pero me pregunto cómo y por qué sale una a la calle con esa rabia dentro. Abrigada, además de con su cazadora rojo atemorizante, con kilos de rencor y furia.

Tal vez lo suyo era lo que los clásicos llamaban «odio de clase», así, a la antigua. O que había tenido un día regularmente espeso, no necesariamente agotador como el mío pero tampoco tan divertido.

En fin. Luego nos quejamos de que los Padres y las Madres de la Patria (o Matria, según se mire) se insulten y digan cosas feas, desagradables y zafias en el Congreso. ¡¡Pero si eso está en la calle!! No sé si es la gente corriente la que copia a los diputados o si los políticos se ponen vocacionalmente a la altura del adoquín. En cualquier caso, todo muy feo.

Papá ven en TREN

septiembre 10th, 2025

Cuando era pequeña había un anuncio que rezaba : «Papá ven en tren». Utilizo el verbo «rezar» con plena consciencia. Esto fue aproximadamente en el Pleistoceno superior o un poquito después. Y entonces los trenes daban seguridad y confianza. Más o menos.

Ahora el tren, en cualquiera de sus compañías y acepciones, es sinónimo de emoción, riesgo, aventura… Como si estuviera pensado por el guionista de una peli de Indiana Jones.

Hace un par de semanas fui y volví a y desde Santander en tren. Iba a casa de unos amigos esperando a base de humedad volver a respirar. Porque Madrid con el calor asfixiante era como el Purgatorio en plena limpieza de primavera: todo desordenado y caliente.

Me dijeron mis anfitriones que lo mejor era dejar mi coche en el aparcamiento de la estación de Aravaca y allí coger el Cercanías hasta la de Chamartín que, por cierto, continúa en obras (desde siempre).

Hago los deberes y voy tan contenta en mi Cercanías cuando anuncian que este tren no llegará a Chamartín nunca jamás debido a los trabajos de mejora en no sé dónde. Pero que si me empeño en ir allí puedo coger los trenes que utilicen los túneles de Recoletos. ¿Qué trenes? ¿Qué túneles? ¿Lo que me dice, oiga? Me pregunto. Me tiro del tren en la siguiente parada y pregunto también al personal de Seguridad (de información no hay nadie a la vista). Que no tienen ni idea debido a que están ahí para evitar que nos ultrajen o roben o asesinen y no para aprenderse los intrincados recorridos del tren. Que además son cambiantes sin previo avisto, me advierten.

Salgo de Príncipe Pío (que da nombre a la estación y nadie sabe quién fue) arrastrando mi maleta pequeña y con ruedines, subiendo y bajando escaleras varias, unas mecánicas y otras no (en la variedad está el gusto) con la esperanza de lograr salir a la superficie, encontrar una parada de taxis y pillar uno. Para cuando lo consigo es la maleta la que me arrastra a mí, la verdad.

Y así, sin mayor dificultad y siempre con maleta adjunta me encuentro en el laberinto de Chamartín dando vueltas y revueltas hasta pillar el tren que me llevará a Santander, la novia del mar.

Santander es ciudad guapa y acogedora. Mis amigos también. Y el clima justo lo que necesitaba. Así que soy muy feliz y vuelvo a Madrid renovada y contenta. Y en tren.

Alegre y sometida a la imaginación de RENFE que, por ejemplo, a la media hora de dejar Santander en dirección a Madrid ¿visualizáis el mapa? nos anuncia que estamos a punto de llegar a Valencia. Los pasajeros se alteran y soliviantan, todos pensando que se han subido en el tren equivocado. Menos yo, convencida de que son cosas de RENFE para entretenernos. Y llevo razón porque luego nos cuentan que la próxima parada es Castellón de la Plana. Pues vale. Lecciones de geografía inversa.

Ya en Madrid me siento a salvo: sólo me queda coger de nuevo el Cercanías hasta Aravaca. Mi maleta y yo, seguimos las explicaciones de un señorín de Seguridad que nos cuenta que, en Chamartín, a los trenes de Cercanías se llega siguiendo las indicaciones de los carteles de Larga Distancia. O sea, lo lógico.

El ultimo no es cartel sino pantalla anunciando que en un minuto, sólo uno, el Cercanías partirá (con rumbo desconocido, claro). Corremos mi maleta y yo desaladas por el pasillo hasta subir al tren. Y ahí nos quedamos porque el tren no parte. Para nada. Anuncian entonces que debido a razones, de momento ignotas, los trenes que estén en estaciones no saldrán. ¿Nunca? Bueno… cada uno que piense lo que quiera. Una pista: esa noche dormí en casa. Que suerte.

CAMBIO CLIMÁTICO

agosto 17th, 2025

Me preguntan por qué no escribo. Siglos llevo sin sentarme y darme a la tecla. Muchísimo tiempo. Me consta que el presidente de mi Club de Fans ha tenido que marcharse a nuestros mares del sur a fin no sólo de veranear, loable ocupación, sino de sobrellevar con entereza mi ausencia. La verdad es que, desaparecida como estoy y en modo publicación cero, su tarea al frente de mis seguidores ha quedado vacía de contenido.

Pero el motivo de esta escasez mía de apariciones está clarísimo. En dos palabras: Cambio Climático. O al estilo Jesulín también en dos palabras: El Dichoso Cambio Climático De Las Narices.

Primero VINIERON LAS LLUVIAS que han durado meses. De verdad. Se nos ha olvidado con el calorazo posterior pero ahí están sus consecuencias. En mi minipatio-jardín el suelo se cubrió de verdísimas plantas. Frondosas e incluso floridas. Algo extraño teniendo en cuenta que el mencionado suelo está cubierto por una hermosa manta de césped artificial. Artificial y empapada. La lluvia trajo las semillas y _supongo_ cavó los agujeritos donde dejarlas y continuó mimándolas y regándolas hasta la alegre eclosión primaveral. Y veraniega. Y lo que te rondaré morena.

O sea, una (yo misma) pone césped artificial para no tener que regar, escardar, recortar y etcétera. Y pasa luego medio día arrancando malas hierbas y trasladando flores espontáneas a un jarrón.

Esta es la primera razón de mi pereza escritora. La segunda, que se debe a idéntica sección del Cambio Climático, es el aumento en número y tamaño de la fauna, local o no, en el mencionado minipatio-jardín. Que os cuento más tarde.

SIN TITULO

enero 22nd, 2025

Porque no sé qué poner. O, mejor dicho, porque tengo demasiadas cosas que contar o sobre las que opinar después de no sé cuantos días sin internet debido a que mi ordenador hace lo que le da la gana. Titular estas reflexiones como «miscelánea» o «popurrí» me suena laboral y también algo cursi. Así que… me lanzo sin título.

Lo primero es comunicar un comentario sobre mi aventura de bolso y policías que me ha llamado fuertemente la atención. Y me ha levantado la moral. Me dice una sobrina que la comisaría de Pozuelo es famosa (en el mundo entero) por la guapura y buen porte de sus policías. Parece ser que uno de ellos es un «famoso» llegado de diversos programas de la tele. Como Mujeres y Hombres y Viceversa, GH Dúo o no sé qué de las Tentaciones. Programas todos que me prohíbe mi religión o mi buen gusto, por decirlo de alguna manera. En cualquier caso, me alegra pensar que no estaba equivocada ni me he convertido recientemente en venerable vjeja verde. Sigo siendo simplemente una madurita interesante. Con buena vista.

La tele sirve para asuntos varios. Así que la enchufé y me pegué un maratón Trump que me dejó las cervicales y cuatro o cinco vértebras más al bies. Y la mente confusa. Y patidifusa sobre todo. Intento comprender por qué tropecientos millones de personas votan a un señor que hace teatro cada vez que pronuncia un discurso. Que cuenta mentiras gordas y obvias y amenaza, amenaza muchísimo. En el plano personal además Trump me da escalofríos: no me gustan nada esos personajes que cambian de mujer de vez en cuando pero se especializan en formato modelo. O prostituta guapetona. Y por eso, me extraña un montón que haya mujeres que le votan. No he llegado a ninguna conclusión. Espero a ver sus deportaciones rápidas y cómo influye en la sociedad made in USA el quedarse sin mano de obra. Hecha un lío, ya digo, en el tema Trump.

Y luego está el Cuento de Iñigo, la Actriz y el Juez. Más que cuento, un culebrón. En la tele también. No sé qué pasó entre Iñigo Errejón y la Actriz. Y no me parece lo más relevante en este Cuento. Lo fundamental es que salga un juez que interroga a Mouliáa a gritos y con un vocabulario de los de «esa bocaaaaa» que diría la abuela. Después de verlo y oirlo, yo desde luego no denunciaría. No todas podemos ser como Mme. Pélicot. En este país tenemos leyes (recientes) del Solo Sí es Sí pero mientras no eduquemos a las personas desde la familia y la guardería no valen de nada. Este Cuento me enfada tanto que prefiero no decir más.

ME HAN ROBADO EL BOLSO (II)

diciembre 22nd, 2024

No acaba una (ni uno) de conocerse. Yo sabía, por ejemplo, que mi pobrecito utilitario es un coche-armario: en el maletero llevo libros, paraguas, regalos, algo de ropa por si cambia el tiempo, la silla+sombrilla del verano por si, insisto, cambia el tiempo (pero más) y varias bolsas de Mercadona, unas veces vacías y otras llenas…

Pero lo que no se me había ocurrido es que mi bolso fuera como el de Mary Poppins aunque en pequeño.

Cuando el guapísimo policía que me tomó la denuncia empezó a preguntar resultó que me había quedado sin DNI, carné de conducir, tarjeta sanitaria de la Seguridad Social, tarjeta sanitaria privada, tarjetas de crédito y débito, tarjeta de Transporte Público Tercera Edad porque ya no soy una niña, cepillo del pelo y una pinza imitación carey para lo mismo, barras de labios (2), lápiz azul de ojos, lápiz de máscara Giorgio Armani (todo esto tiene mucho mérito ya que sólo me pinto uno o dos días al mes), 2 piruletas sin azúcar que me habían regalado en la farmacia, un blíster de Nolotil de la misma farmacia, diversos paquetes de pañuelos de papel sin abrir y 2 abiertos, algunas participaciones de lotería, un decimo enterito, dinero (poco) en billetes y monedas y, sobre todo, un TELÉFONO MÓVIL, el mío concretamente.

Resulta que sin mi móvil no soy nada. Ni nadie, si a ello vamos. No puedo pedir cita con la peluqueria y otras frivolidades, renovar prestamos en la Biblioteca o llamar al fontanero. Ni felicitar la Navidad o contarle a una amiga que acaba de ser abuela que tengo un regalito muy especial para su primera nieta. Tampoco hablar con mi hijo, mis sobrinos o aquellos amigos. Con mi hija me comunico por correo electrónico y así me voy apañando para saber que sigo viva.

Por cierto, aprovecho: aliciacentenera1@yahoo.es y también aliciacentenera14@gmail.com por si alguien quiere charlar un ratito o comentarme qué ha pedido a los Reyes Magos y cuantos gramos, caminito del kilo, han engordado ya en vísperas de las fiestas. Todas esas importantísimas noticias que mantienen en forma la amistad.

ME HAN ROBADO EL BOLSO

diciembre 20th, 2024

Y eso es decir muchas cosas a la vez. Unas buenas, otras más que muy regulines y la mayoría una pesadez. Esto va a dar para varias entradas y por eso prefiero empezar por lo más curioso. Y llamativo. Lo que yo denominaría

BUENA PRESENCIA

Voy a presentar la denuncia y suplicar para que me hagan un duplicado del DNI antes del año que viene. Ya en la puerta me llama la atención el policía que me dirige a los distintos departamentos. Es un hombre muy amable y comprensivo pero además… francamente guapo. Me divierte pensar que lo tienen precisamente en la puerta para causar buena impresión.

Pero luego está el que te hace pasar el bolso (¡otro¡) por el escaner. Y es un señor que está estupendo. De verdad. Espero en la propiamente sala de espera a que me reciba el encargado de denuncias varias. Espero poquísimo y …el policía que dice mi nombre y me da paso es un guapetón alto y delgado como su madre, moreno saladó… Me dan ganas de cantar.

Analizo friamente (bueno, templadamente) mis impresiones. Me pregunto si el estrés o la falta de gafas de cerca (que se fueron también con el bolso) me estarán deformando la visión. Porque no es corriente, creo yo, que una comisaría parezca un muestrario de guapos. Todos del formato morenazo con ojos claros y cuerpo poderoso de los de «tengo que agacharme para hablar con usted señora». Y llego a la conclusión de que veo fenomenal (nunca mejor dicho) y que estos policías corresponden a lo que antes se llamaba personas con «buena presencia». La buena presencia la exigían para muchos empleos e implicaba ser bastante mono y además ir limpito y bien planchado. Mis, desde ahora, polis favoritos, cumplen esas características y el uniforme les sienta como un guante. Doy gracias al Señor del Universo por proporcionarme esta especie de cuidados paliativos para la vista en un día más bien aciago. Y no me atrevo a preguntar si tienen calendario del 2025 o, por lo menos, uno compartido con los bomberos.

Jaguares solitarios

diciembre 1st, 2024

El algoritmo este, tan de moda, me da un miedo que me muero. Primero, porque siendo tan de letras como soy nunca he llegado a comprender del todo en qué consiste. Luego porque, me dicen, manda mucho. Muchísimo. Y a mí los mandones me dan un poco de repelús.

Y por último porque al algoritmo que se ocupa de mi móvil lo veo despistadísimo. Unas doce veces al día me envía unos anuncios que no creo me correspondan. En ellos promocionan diversos ungüentos para exterior y alguna pócima mágica llegada directamente del caldero de las brujas de Macbeth, para interior supongo. Muchos se anuncian además con hermosos dibujos a todo color e incluso mini films animados que muestran claramente el proceso de mejora.

Todos estos medicamentos o lo que sean tienen una finalidad importantísima y creo que también un gran futuro. Puesto que apuntan a uno de los problemas médico-estéticos que más inquietan a la humanidad. Lo que no entiendo es qué tienen que ver conmigo por mucho que me aseguren que mi pene volverá a ponerse tan erecto como cuando tenia 20 años, que mi novia estará encantada y que podré mantener erecciones, perdón, relaciones, con chicas de 20 años (esta cifra parece obsesionar a mi algoritmo particular).

El problema o tremendo patinazo del algoritmo es que yo no tengo disfunción eréctil ninguna. Ni siquiera tengo pene. Ni envidia de pene como le gustaba suponer a don Segismundo Freud. Y los tropecientos anuncios sobre este tema me crean desconfianza hacia las capacidades intelectivas del algoritmo.

Menos mal que estos últimos días entre pene y pene me lanzan una pregunta curiosa: «¿Son realmente solitarios los jaguares?». Y esto me devuelve si no la fe en el intelecto de mi algoritmo, sí en su creatividad.

La Luna

septiembre 29th, 2024

La Luna de la cosecha. La Luna roja. La Luna de sangre. La Luna india. En septiembre, a la luna se le colocan adjetivos varios y extraños nombres. Es porque en este mes se vuelve más grande y se tiñe a veces de colores que no son su blanca palidez.

Están además la Luna lunera cascabelera. La Luna sí, la Luna no, ay la Luna de Benidorm. La Luna que en el mar riela (rïela, nos enseñaban en clase de literatura para romper el diptongo). La Luna que más pura brilla en esta orilla. La Luna llena que llama al Hombre Lobo. Y la Luna nueva que se esconde para que no la veamos. La del Claro de Luna de Debussy sobre poema de Verlaine. Y la de Blue Moon que está triste y azul como el gato aquel. Muchas y diversas lunas con las que podemos medir el tiempo.

Y luego está la luna de Elon Musk que pierde su mayúscula frente al dólar. El señor Musk está empeñado en reescribir las leyes de la naturaleza a su manera y modo. Colecciona hijos probeta y naves espaciales. Y quiere darse un paseo por la luna lo antes posible.

Ya sabemos que la ONU no sirve de nada. O sirve de muy poco, poquísimo. Para el caso que le hacen, los cascos azules podían ser verde oliva, el color de moda este otoño.

Pero… ¿y la UNESCO? ¿No es esta gente la encargada de buscar, encontrar y calificar sitios Patrimonio de la Humanidad? ¿y de controlar que estén bien cuidados? Pienso que la Luna cumple los requisitos de la UNESCO para encabezar la lista de Patrimonio Natural y no sé si está en ella pero, me temo, que frente al poderoso caballero don Dinero lleva todas las de perder.

A mí el señor Musk, don Elon, me parece de una vulgaridad extrema. Y, por favor, a quien pueda interesar, que no le dejen tocar mi Luna, lunita.

LUGARES MÁGICOS

septiembre 8th, 2024

Están por todas partes pero entre prisas y trabajos nos olvidamos de ellos. Tendemos además a identificar los lugares mágicos con puesta de sol magnifica, prado verdísimo o árbol hueco. Y aunque en muchos de estos sitios se respire la magia y bailen las hadas hay otros, en su mayoría disfrazados de zona corriente y moliente, más cercanos. Sólo hay que saber identificarlos.

Mi lugar mágico favorito es _en un centro comercial_ el ascensor de mi cine también favorito. Empezando porque tiene un cartel impreso indicando el mundo al revés. «Ascensor en funcionamiento» advierte el día en que efectivamente está en servicio. Que no son todos y desde luego, nunca los días de lluvia. Porque como cantaría un menor, acompañado o no, «el ascensor de mi cine es particular, cuando llueve se moja como los demás». Y le sienta fatal. A veces intento imaginar cómo sería un paraguas para ascensores. Porque a éste desde luego, le hace falta. En fin.

Es tan original que muchos al ver su cartel piensan que no funciona y se van por las escaleras. Falta de lectura comprensiva. Y apego a la costumbre, si un ascensor tiene por fuera un cartel, lo suyo es que diga No Funciona. No saben que este ascensor es un lugar mágico. Y libre.

Tanto que la voz grabada de ordenador, tan aséptica, aquí tiene su duende y advierte siempre: «Ascensor subiendo», lo que a ratos resulta inquietante. Porque este centro comercial tiene planta baja y luego dos pisos más que son dos pisos menos. No sé si me explico. El cine está en la planta menos dos. Y a veces, el anuncio de «Ascensor subiendo» desde el bajo parece un recordatorio del «De Madrid al Cielo».

Con semejante acceso al cine cualquier película viene ya bañada de magia e ilusión. Qué suerte.

OTOÑO

septiembre 2nd, 2024

A lo bestia. Los que hablan de la dulzura de septiembre y de octubre dorado y la dulce melancolía de las hojas cayendo y todos esos etcéteras tan poéticos, no viven en Madrid. Ni alrededores tampoco.

Yo me siento más madrileña y alrededores que ninguna. Aunque haya vivido tantos años fuera y vaya, vaya, aquí no hay playa y sí unas colas enormes para todo, lo mismo da que sea en la pescadería o en el Museo del Prado. Me encanta mi pueblo. Sin embargo Madrid también tiene sus defectos. y uno de ellos, importante, es la climatología siempre brusca y algo histérica.

El verano es un horno y un señor en la tele anunciando cada día una ola de calor a estrenar. Y el otoño… uy el otoño. Este no se anuncia ni nada. A las diez estoy cenando en el jardín _mínimo_ con unos amigos. A la una los despido cariñosamente y recojo. A las tres cae el primer rayo con trueno inmediato porque la tormenta está justo encima. Y a continuación el diluvio universal. Ya ha llegado el otoño. A lo bestia, ya digo.

Como primera demostración de fuerza otoñal, la lluvia cala los cojines de las sillas del jardín. Llueve _y a ratos graniza_de tal manera que no me atrevo a salir al rescate de tanto almohadón empapado.

En consecuencia el día siguiente me veo obligada a llevarlos a una lavandería con secadoras de tamaño industrial. Talmente como en las pelis americanas. Paso allí casi dos horas con novelón acompañante. La secadora aventa los cojines y les sopla aire caliente empeñada en lograr un ambiente tuareg. Pero por las juntas se le escapa vapor que aquello parece las Maldivas. Solo falta Tamara Falcó en pareo. La parte buena: tanto calor húmedo me ha hecho una limpieza de cutis en profundidad y tengo la piel suaaaaaave. ¡Viva el otoño!

MAS DESCONCIERTO TODAVÍA

agosto 17th, 2024

Me pican los mosquitos. Siempre. Aunque haya varias personas en la habitación (o chiringuito o tienda de campaña). Los mosquitos me eligen siempre, soy su favorita.

Visto que tengo las piernas decoradas con enormes lunares rojos, mi médica se apiada de mí y me receta pomada de corticoides para que me unte sobre la decoración. Ni ella ni yo tenemos claro que sea cosa de mosquitos. Yo pienso en arañas porque los mosquitos vuelan y hacen zzzz. Y, esta vez, no.. Ella no sabe no contesta. El del Nilo o el Mono no son.

En las dudas, cada noche deambulo por la casa de safari nocturno con un aerosol (malísimo para el planeta, lo sé) que vale para todo insecto que no se identifique en la entrada. Y de pronto se me enciende la bombillita del ¡eureka!: pulgas, seguro que son pulgas.

Ahora bien, de pulgas yo no entiendo nada. Mi única referencia al respecto es el perro Pulgoso y sus risitas. Me lanzo a Internet buscando confirmación y remedios. Lo primero es fácil: durante mi última mudanza mi prima favorita se ofreció a hacerme de guardamuebles del sofá. Le estoy eternamente agradecida pero no se me ocurrió pensar que su casa consta no solo de marido e hijos, sino también de perros y algun gato vecino. la parte «perros» es importante. Deduzco que las mías son pulgas importadas.

En cuanto a la solución plaguicida, Google me ofrece todo un mundo de color. De color blanco, sobre todo. Y algun cacharrito tecnológico. Al día siguiente me hago con un kilo de sal fina de mesa, otro de bicarbonato y el matón enchufable (las ciencias adelantan que es una barbaridad). Siguiendo instrucciones espolvoreo sobre el sofá, las sillas y alfombra los blancos, niveos etc elementos. El ambiente queda que dan ganas de cantar Montañas Nevadas.

Conecto entonces el aparato eléctrico con licencia para matar pulgas por ultrasonidos, ultrasustos o lo que sea. Es pequeñito y, por supuesto, blanco. Y tiene unas graciosas luces de colores que se encienden y apagan con alegría y ritmo.

Enchufo después mi miniaspirador para llevarme por delante el níveo manto o como se diga del sofá. Que, se supone, en unas horitas ya ha cumplido su función eliminadora de pulgas. Y… nada. No funciona, tiene problemas serios de batería.

Así que heme aquí: La casa disfrazada de la Casa Blanca talmente como si el interiorismo lo hubiera hecho la mujer de Lot. Y en la pared del fondo lucecitas de colores (azul, amarillo, rojo y verde) alegres e intermitentes.

Hago lo único factible: me siento en el sofá entre las blancas colinas de almohadones, canto Noche de Amor Noche de Paz y también Los Peces en el Rio y espero al trineo de Papa Noel.