Llevo semanas aguantándome. Varias. Desde que Inés Hernand nos contó los Goya, que ya lo dijo ella, que los contaba en plan humor y comentario, no en plan transmisión periodística. Y lo que me aguanto es un odio bastante visceral hacia la televisión pública que es de todos y entre todos la pagamos. Esta RTVE de los últimos tiempos me despierta indignación frecuente y, esta mañanita, repugnancia incluso.
Tenía yo una mañana de marujeo total, incluidas lavadora, compra, guisoteo y no incluida plancha porque de verdad, por ahí, por la plancha, sí que no paso. Acorde con mi situación y ánimos decidí poner la teleone para informarme de la corrupción política de la semana y como agradable sonido de fondo
En la pantalla aparece una escena que me hace sospechar que me he equivocado de canal. Compruebo el mando. No me he equivocado. Vuelvo a mirar y veo un señor, bueno, el culo de un señor (¿?) con una bengala chisporroteante bien plantada por medio y mitad. Unos jóvenes varones se despepitan de risa y comentan que debe ser el cumpleaños del, pongamos, bengalí. El, pongamos, bengalí, duerme el sueño de los justos (¿?). Me quedo tan atónita que vuelvo a ver la escena casi al completo antes de ser consciente y apagar la teleone. Porque, por si no me he enterado bien a la primera, el vídeo o lo que sea se reproduce de nuevo. Luego me entero de que un par de delincuentes cometen alegremente este tipo de tropelía y además abusan sexualmente de unas niñas (¿a que lo de niñas suena mucho más horroroso que «menores»? pues resulta útil recordar que menores significa simplemente niños o niñas según el caso). Todo ello previa ingestión voluntaria y/o forzada de drogas varias.
Y ahora viene la pregunta: ¿Ayuda a la información el pase por la tele en bucle de semejante escena? ¿Me ayuda a mí de alguna manera el verla? Porque con mis impuestos se paga el programa que, repetidamente, la emite.
Tal vez sea yo una rancia pero lo de esta mañana en un programa supuestamente informativo y lo de Inés Hernand en los Goya me parecen una muestra de vulgaridad. Y si, como al parecer sucede con la señora Hernand, es que a los más jóvenes les atrae mucho el visionado de la vulgaridad pues qué pena de educación les hemos dado. Y mal remedio es fomentar esta querencia.
La señora Hernand abrió su «Goyas» con una blasfemia, continuó llamando «icono» a todo el que pasaba cerca, presidente o el último de la fila y avisando de que tenía un gas. Finalizó con un eructo a micrófono. La redacción y los responsables últimos del programa siguen a tortas, unos a favor y otros en contra.
El programa de y para mañaneros nos plantó la escenita antes descrita sin discusión, por lo que se ve. Y se oye.
Pero a mí que lo pago con mis impuestos nadie me ha preguntado mi opinión. Y cada vez que veo este tipo de cositas en «mi» tele me da una vergüenza atroz. Y me lleno de odio hacia RTVE que juega con mi dinero y me agrede con su vulgaridad. Y me aguanto, claro.