Archive for the ‘Uncategorized’ Category

DOS ALEGRÍAS

jueves, noviembre 6th, 2025

Después del bajón del cambio de armario definitivo de la ropa ligera y alegre a la más espesa y oscura, de las dichosas lluvias otoñales y del manido largo etcétera, me he llevado dos alegrías.

La primera es el Premio Princesa de Asturias de las Letras a Eduardo Mendoza. Merecidísimo, claro. Don Eduardo acumula premios y más que debían darle. Siempre cuento que cuando ando algo tristona recurro a Mark Twain. No al de Tom Sawyer que nos recomendaban en el colegio y que era un rollazo. O así me lo parecía debido a mi tierna edad. Me refiero al Mark Twain de Un Yanki En La Corte del Rey Arturo. O al que yendo como turista a las Cataratas del Niágara, se agarraba a la barandilla con las dos manos y no, ya lo decía él, porque tuviera miedo sino porque le daba la gana.

Mi otro levantador de moral es Jeeves y las aventuras con su señorito Bertram Wooster. Con el humor _bueno_ de P.G. Wodehouse no hay mal que cien años dure ni tía Agatha que lo resista. Ambos, don Mark y don P.G. (Pelham Grenville se llamaba el pobre) me mantienen con sonrisa permanente y, a veces, me hacen reir a carcajadas.

Estos son remedios instantáneos para la tensión baja y el espíritu a juego. Pero cuando tengo algo más de tiempo recurro a don Eduardo. No tanto a las excelencias de La Verdad Sobre El Caso Savolta o la Riña de Gatos sino a otras de sus aventura inventadas. Sus protagonistas llevan nombres llamativos como Pomponio Flato o el príncipe Tukuulo o… son llamativamente anónimos. Ahí están el detective locatis que, fuera del manicomio, persigue misterios a las órdenes del dr. Sugrañes o el extraterrestre adicto a los churros que busca, incansable, a Gurb. Por todos ellos le estoy inmensamente agradecida al señor Mendoza. Y para los que no conozcan mucho su persona o su obra, recomiendo empezar por su discurso en los Premios Princesa de Asturias. Ahí se «retrata» muy bien.

La segunda alegría es de orden estético: La nueva imagen de Alberto González Amador, pareja, conviviente y _supongo_ amante de Isabel (Díaz) Ayuso. Debido a su juzgada vida, sus declaraciones, maserati y otras torpezas, es evidente que vamos a tener a don Alberto de cuerpo presente y cara ídem hasta en la sopa. Lo que, cuenta, le tiene desesperadito. A mí me alegra su cambio de look. Cuando llevaba el pelo rapado como con cortacésped y el cutis afeitado tal que un anuncio de cuchillo jamonero, este señor daba mucho miedo. Y cuando llevó peluca daba mucha risa. Ahora se ha quitado años de encima añadiendo barba _que tapa y por tanto favorece, que no todos los hombres son Jhonny Depp o similar_ y dejándose crecer el pelo en suaves ondas. Esto último rejuvenece y resalta los ojos grandes y la nariz recta. Y da mucho juego para apartarse la guedeja de la cara con la mano. Si vamos a verle cada vez que encendamos la tele, al menos que sea una imagen decorativa. Otra alegría

DIANE (y Robert)

lunes, octubre 27th, 2025

Se nos ha muerto Diane Keaton. Y Robert Redford, añade rapidísima esa amiga acelerada que todos tenemos. Vale, Robert Redford también y antes pero no es lo mismo. Aunque de vez en cuando babee volviendo a ver Dos Hombres y Un Destino y no por Paul Newman (que ya es decir) sino por el bigote que adorna a Robert. O cómo Robert adornaba cualquier bigote. Este señor creó el Festival de Sundance, dirigió, le lavó la cabeza (tan apañado él) a Meryl Streep y dio la cara, ya verdaderamente anciano, en aquella peli de ladrón jubilado. Es decir, muchos méritos. Pero aquel peluquín naranja y la cirugía tremenda que se llevó de golpe su belleza… Aunque por supuesto me iría con él a pasear descalzos por el parque, hubiera preferido que Robert Redford envejeciera a poquitos como hacemos los demás.

Y Diane… Llevo un tiempín queriendo rendir mi particular homenaje a Diane Keaton. Para mi generación, que no significa necesariamente mi quinta aunque le caiga cerca, Diane Keaton ha sido especial.

Llevaba chaleco y chaqueta cuando las demás actrices se perdían en escotes y tules volanderos. No quiso casarse cuando eso aún parecía el destino envidiable de toda mujer. O tal vez, según contaba ella, es que Al Pacino no se decidió, algo atemorizado por una mujer tan espléndida en la vida real como la sra. de Corleone en la pantalla. Fué madre soltera por elección pasados los cincuenta y continuó haciendo películas con guiones que derrochaban sentido del humor. No sé si buscaba esos guiones o si los directores la buscaban a ella por lo bien que encajaba en aquellos diálogos chispeantes. No la recuerdo en cambio en ninguno de tantos revolcones cinematográficos al uso. Tal vez, porque como explicaba en Annie Hall (¿o fue en Manahattan?) «los de Filadelfia no hablamos nunca de sexo».

Diane además data nuestros años más locos, le pone fecha a nuestras primeras rebeldías, nuestros novios con el pelo largo, las lecturas de filosofía y …los pantalones de campana. Me quito el sombrero ante una mujer que solía llevarlo bien encasquetado.

VAYA MAÑANITA

miércoles, octubre 22nd, 2025

Llevo una mañanita que… Una mañanita que, concretamente, empezó anteayer con nocturnidad pero, creo yo, sin alevosía ninguna. Era noche oscura (y tormentosa, diría Snoopy escritor) y me iba a la cama cuando decidí sacar algo del frigorífico.

Si una va pertrechada con las gafas de cerca, la novela, el móvil, un pañuelo de cuello y una rebeca, todo ello junto y a dos manos, no debe abrir la nevera. Yo lo hice, vale. Pero, por lo que fuera, mi móvil voló, sobrepasó la nevera _que es más alta que yo_ y esquivando el microondas descendió bruscamente y aterrizó en el suelo. Menudo tortazo. Luego se quedó inmóvil pero además, sordo, mudo y supongo, ciego. Y con una raja de muy mal aspecto cruzándole la pantalla.

Así que ayer, prontito, me personé en el Gran Almacen que todos sabemos pero no decimos el nombre, sección reparación de móviles volanderos. REPARACIÓN EXPRÉS decía el cartel. Pero resultó que no. Que el exprés se refería más bien al café que podías tomarte mientras esperabas. Porque como me decía el experto arregla móviles deprisísima, «en casa del herrero…».

Y… un par de días sin teléfono es como el fin del mundo en pequeñas dosis. Con sus sustos, sus imponderables, sus cumpleaños de personas a las que no puedes felicitar porque móvil significa también agenda en sentidos varios (¿quién se sabe ahora de memoria un número de teléfono?), sus asuntos trabajosos o de trabajo, sus disgustos, sus descuelgues… en fin. No pensaba yo que dependiera tanto de mi móvil.

Eso ya ha añadido inquietud y falta de alegría a mi mañana. Vaya mañanita. Pero lo que me ha crujido el corazoncito matinal es que hoy, por primera vez tras el verano, me he puesto calcetines. Unos con dibujos de perritos graciosos que maldita la gracia que me hacen. Además estaba el cielo blanco. Sé que hay personas que adoran los días nublados. Yo no. Recuerdo una novela que leí de muy jovencita donde el protagonista sentía una dulce nostalgia de los blancos cielos de Estocolmo. Yo no.

Yo en un día sin sol (aunque espero que salga luego, porque el sol de Madrid es terco y cabezón) y con calcetines de perritos, pienso muy seriamente en coger la bolsa de la compra y darme un garbeo por el Louvre. Que a mí los zafiros bien azules me sientan muy pero que muy bien.

CIUDADANOS DE SEGUNDA

viernes, octubre 10th, 2025

Lo primero para ser ciudadano de segunda es, evidentemente, ser ciudadana. Y no lo digo por el escándalo de las mamografías andaluzas. Eso, además. Por cierto, he oído en la radio a no sé cuál política asegurando que no consta ningún fallecimiento causado por los retrasos en la comunicación del diagnóstico. Mujer, pues sólo faltaba. Y ojalá no se haya producido, la cuestión ya es suficientemente grave y terrible y espantosa y… sin difuntas por el medio.

Ya he contado alguna vez que en mi segundo embarazo, en esta numerosísima familia mia (tribu más bien) cuatro primas estábamos encintas a la vez. Todas querían tener un varón menos yo que prefería repetir y que fuera niña. Luego nacieron Ana, Marta, Nuria y… mi hijo Juan.

Mi prima Inés me decía que un chico lo tendría mucho más fácil en la vida. Yo, ingenua total, pensaba que 25 o 30 años después de su nacimiento sociedad y mentalidad habrían evolucionado convenientemente hacia un status más o menos igualitario. Ay qué razón tenía Inés.

Se nota sobre todo en las pequeñas cosas. Porque las grandes, la brecha salarial, el reparto de tareas etc suenan fuerte pero cada día podemos fijarnos en algo medio silencioso, de hablar bajito, cualquier tontería que nos recuerde que somos ciudadanas de segunda.

Ejemplín: los llamados eufemísticamente servicios o baños en lugares públicos. Los hay para mujeres, hombres y sillas de ruedas y así los señalizan en los dibujos, carteles etc de la puerta. Con la salvedad de que los adaptados (denominación más amplia y veraz que las dichosas sillas) están siempre adosados al de señoras. No entiendo si es que hay más mujeres que hombres con problemas de movilidad. Ni por qué los caballeros con esa discapacidad tienen que ir al de señoras aunque no se hagan preguntas sobre su género. ¿Tal vez porque tampoco son ciudadanos de primera?

También los «cambiadores» para, efectivamente, cambiar los pañales al bebé están mayoritariamente (alguno he visto en el otro lado) en el aseo de mujeres. Quizá porque, como todo el mundo sabe las cacas y pises de un menor corresponden exclusivamente a su madre.

En fin, pequeños incordios que nos recuerdan que somos todavía ciudadanas de segunda. Con ministras y militares, sí, pero… Qué deprimente. Menos mal que no le han dado a Trump el Nobel de la Paz, cada día trae su alegría.

HARTITA

lunes, septiembre 29th, 2025

Siempre me gustó la política. De jovencísima discutía frecuentemente con mi padre cuya opción política no coincidía con la mía. ¿Suena a charla tranquila con discrepancia de pareceres? Pues no, más bien se trataba de un intercambio de opiniones opuestas a grito pelado aunque educadísimo, todo como muy ibérico.

Con la madurez que dan los kilos y años de más, me calmé muchísimo y ya podía empujar la silla de ruedas de mi madre (con mi madre sentada en ella) calle arriba y abajo hasta depositar su voto tan contrario a mis ideas como el de mi padre. Y, entre bufido y resoplido por las cuestas charlar sobre política y diferentes opciones alegre y risueña.

Bueno, pues ahora no. Ahora me tienen hartita nuestros políticos. Hasta la coronilla me tienen. Ellos, ellas y la política en general. Y con la leve pero insistente duda de que a estos señores, señoras y viceversa les importamos un comino. En general se pierden en discusiones abstrusas que a nadie interesan más que a ellos mismos y en las que se barajan insultos de alta gama o baja estofa según el día.

¿A quién le importa si lo de Gaza es genocidio o masacre? A los gazatíes no, seguro. Seria como preguntarle a un pollo si quiere que le retuerzan el pescuezo o le corten el cuello. Sospecho que le daría igual.

¿A quién le importa si el novio de Díez (Ayuso) o la señora Begoña Gómez son respectivamente ciudadano particular y ciudadana particular o una panda de enchufados ? Lo que queremos no es incluirlos en una categoría sino que no nos roben nuestro dinero ni la fe y esperanza en las instituciones.

Ahora sean inundaciones o incendios, la culpa siempre es del adversario político. Pero la gente de a pie no buscamos culpables. O sí, da lo mismo. Lo que queremos es que los trenes funcionen (Cercanías incluidos), las emergencias funcionen, lo cotidiano (los precios de la compra o la gasolina, por ejemplo) funcione, la Sanidad y la Justicia con mayúsculas funcionen y lo que llamamos un largo etcétera funcione.

Y hasta entonces, ya lo he dicho, me tienen hartita.

Papá ven en TREN

miércoles, septiembre 10th, 2025

Cuando era pequeña había un anuncio que rezaba : «Papá ven en tren». Utilizo el verbo «rezar» con plena consciencia. Esto fue aproximadamente en el Pleistoceno superior o un poquito después. Y entonces los trenes daban seguridad y confianza. Más o menos.

Ahora el tren, en cualquiera de sus compañías y acepciones, es sinónimo de emoción, riesgo, aventura… Como si estuviera pensado por el guionista de una peli de Indiana Jones.

Hace un par de semanas fui y volví a y desde Santander en tren. Iba a casa de unos amigos esperando a base de humedad volver a respirar. Porque Madrid con el calor asfixiante era como el Purgatorio en plena limpieza de primavera: todo desordenado y caliente.

Me dijeron mis anfitriones que lo mejor era dejar mi coche en el aparcamiento de la estación de Aravaca y allí coger el Cercanías hasta la de Chamartín que, por cierto, continúa en obras (desde siempre).

Hago los deberes y voy tan contenta en mi Cercanías cuando anuncian que este tren no llegará a Chamartín nunca jamás debido a los trabajos de mejora en no sé dónde. Pero que si me empeño en ir allí puedo coger los trenes que utilicen los túneles de Recoletos. ¿Qué trenes? ¿Qué túneles? ¿Lo que me dice, oiga? Me pregunto. Me tiro del tren en la siguiente parada y pregunto también al personal de Seguridad (de información no hay nadie a la vista). Que no tienen ni idea debido a que están ahí para evitar que nos ultrajen o roben o asesinen y no para aprenderse los intrincados recorridos del tren. Que además son cambiantes sin previo avisto, me advierten.

Salgo de Príncipe Pío (que da nombre a la estación y nadie sabe quién fue) arrastrando mi maleta pequeña y con ruedines, subiendo y bajando escaleras varias, unas mecánicas y otras no (en la variedad está el gusto) con la esperanza de lograr salir a la superficie, encontrar una parada de taxis y pillar uno. Para cuando lo consigo es la maleta la que me arrastra a mí, la verdad.

Y así, sin mayor dificultad y siempre con maleta adjunta me encuentro en el laberinto de Chamartín dando vueltas y revueltas hasta pillar el tren que me llevará a Santander, la novia del mar.

Santander es ciudad guapa y acogedora. Mis amigos también. Y el clima justo lo que necesitaba. Así que soy muy feliz y vuelvo a Madrid renovada y contenta. Y en tren.

Alegre y sometida a la imaginación de RENFE que, por ejemplo, a la media hora de dejar Santander en dirección a Madrid ¿visualizáis el mapa? nos anuncia que estamos a punto de llegar a Valencia. Los pasajeros se alteran y soliviantan, todos pensando que se han subido en el tren equivocado. Menos yo, convencida de que son cosas de RENFE para entretenernos. Y llevo razón porque luego nos cuentan que la próxima parada es Castellón de la Plana. Pues vale. Lecciones de geografía inversa.

Ya en Madrid me siento a salvo: sólo me queda coger de nuevo el Cercanías hasta Aravaca. Mi maleta y yo, seguimos las explicaciones de un señorín de Seguridad que nos cuenta que, en Chamartín, a los trenes de Cercanías se llega siguiendo las indicaciones de los carteles de Larga Distancia. O sea, lo lógico.

El ultimo no es cartel sino pantalla anunciando que en un minuto, sólo uno, el Cercanías partirá (con rumbo desconocido, claro). Corremos mi maleta y yo desaladas por el pasillo hasta subir al tren. Y ahí nos quedamos porque el tren no parte. Para nada. Anuncian entonces que debido a razones, de momento ignotas, los trenes que estén en estaciones no saldrán. ¿Nunca? Bueno… cada uno que piense lo que quiera. Una pista: esa noche dormí en casa. Que suerte.

CAMBIO CLIMÁTICO

domingo, agosto 17th, 2025

Me preguntan por qué no escribo. Siglos llevo sin sentarme y darme a la tecla. Muchísimo tiempo. Me consta que el presidente de mi Club de Fans ha tenido que marcharse a nuestros mares del sur a fin no sólo de veranear, loable ocupación, sino de sobrellevar con entereza mi ausencia. La verdad es que, desaparecida como estoy y en modo publicación cero, su tarea al frente de mis seguidores ha quedado vacía de contenido.

Pero el motivo de esta escasez mía de apariciones está clarísimo. En dos palabras: Cambio Climático. O al estilo Jesulín también en dos palabras: El Dichoso Cambio Climático De Las Narices.

Primero VINIERON LAS LLUVIAS que han durado meses. De verdad. Se nos ha olvidado con el calorazo posterior pero ahí están sus consecuencias. En mi minipatio-jardín el suelo se cubrió de verdísimas plantas. Frondosas e incluso floridas. Algo extraño teniendo en cuenta que el mencionado suelo está cubierto por una hermosa manta de césped artificial. Artificial y empapada. La lluvia trajo las semillas y _supongo_ cavó los agujeritos donde dejarlas y continuó mimándolas y regándolas hasta la alegre eclosión primaveral. Y veraniega. Y lo que te rondaré morena.

O sea, una (yo misma) pone césped artificial para no tener que regar, escardar, recortar y etcétera. Y pasa luego medio día arrancando malas hierbas y trasladando flores espontáneas a un jarrón.

Esta es la primera razón de mi pereza escritora. La segunda, que se debe a idéntica sección del Cambio Climático, es el aumento en número y tamaño de la fauna, local o no, en el mencionado minipatio-jardín. Que os cuento más tarde.

SIN TITULO

miércoles, enero 22nd, 2025

Porque no sé qué poner. O, mejor dicho, porque tengo demasiadas cosas que contar o sobre las que opinar después de no sé cuantos días sin internet debido a que mi ordenador hace lo que le da la gana. Titular estas reflexiones como «miscelánea» o «popurrí» me suena laboral y también algo cursi. Así que… me lanzo sin título.

Lo primero es comunicar un comentario sobre mi aventura de bolso y policías que me ha llamado fuertemente la atención. Y me ha levantado la moral. Me dice una sobrina que la comisaría de Pozuelo es famosa (en el mundo entero) por la guapura y buen porte de sus policías. Parece ser que uno de ellos es un «famoso» llegado de diversos programas de la tele. Como Mujeres y Hombres y Viceversa, GH Dúo o no sé qué de las Tentaciones. Programas todos que me prohíbe mi religión o mi buen gusto, por decirlo de alguna manera. En cualquier caso, me alegra pensar que no estaba equivocada ni me he convertido recientemente en venerable vjeja verde. Sigo siendo simplemente una madurita interesante. Con buena vista.

La tele sirve para asuntos varios. Así que la enchufé y me pegué un maratón Trump que me dejó las cervicales y cuatro o cinco vértebras más al bies. Y la mente confusa. Y patidifusa sobre todo. Intento comprender por qué tropecientos millones de personas votan a un señor que hace teatro cada vez que pronuncia un discurso. Que cuenta mentiras gordas y obvias y amenaza, amenaza muchísimo. En el plano personal además Trump me da escalofríos: no me gustan nada esos personajes que cambian de mujer de vez en cuando pero se especializan en formato modelo. O prostituta guapetona. Y por eso, me extraña un montón que haya mujeres que le votan. No he llegado a ninguna conclusión. Espero a ver sus deportaciones rápidas y cómo influye en la sociedad made in USA el quedarse sin mano de obra. Hecha un lío, ya digo, en el tema Trump.

Y luego está el Cuento de Iñigo, la Actriz y el Juez. Más que cuento, un culebrón. En la tele también. No sé qué pasó entre Iñigo Errejón y la Actriz. Y no me parece lo más relevante en este Cuento. Lo fundamental es que salga un juez que interroga a Mouliáa a gritos y con un vocabulario de los de «esa bocaaaaa» que diría la abuela. Después de verlo y oirlo, yo desde luego no denunciaría. No todas podemos ser como Mme. Pélicot. En este país tenemos leyes (recientes) del Solo Sí es Sí pero mientras no eduquemos a las personas desde la familia y la guardería no valen de nada. Este Cuento me enfada tanto que prefiero no decir más.

ME HAN ROBADO EL BOLSO (II)

domingo, diciembre 22nd, 2024

No acaba una (ni uno) de conocerse. Yo sabía, por ejemplo, que mi pobrecito utilitario es un coche-armario: en el maletero llevo libros, paraguas, regalos, algo de ropa por si cambia el tiempo, la silla+sombrilla del verano por si, insisto, cambia el tiempo (pero más) y varias bolsas de Mercadona, unas veces vacías y otras llenas…

Pero lo que no se me había ocurrido es que mi bolso fuera como el de Mary Poppins aunque en pequeño.

Cuando el guapísimo policía que me tomó la denuncia empezó a preguntar resultó que me había quedado sin DNI, carné de conducir, tarjeta sanitaria de la Seguridad Social, tarjeta sanitaria privada, tarjetas de crédito y débito, tarjeta de Transporte Público Tercera Edad porque ya no soy una niña, cepillo del pelo y una pinza imitación carey para lo mismo, barras de labios (2), lápiz azul de ojos, lápiz de máscara Giorgio Armani (todo esto tiene mucho mérito ya que sólo me pinto uno o dos días al mes), 2 piruletas sin azúcar que me habían regalado en la farmacia, un blíster de Nolotil de la misma farmacia, diversos paquetes de pañuelos de papel sin abrir y 2 abiertos, algunas participaciones de lotería, un decimo enterito, dinero (poco) en billetes y monedas y, sobre todo, un TELÉFONO MÓVIL, el mío concretamente.

Resulta que sin mi móvil no soy nada. Ni nadie, si a ello vamos. No puedo pedir cita con la peluqueria y otras frivolidades, renovar prestamos en la Biblioteca o llamar al fontanero. Ni felicitar la Navidad o contarle a una amiga que acaba de ser abuela que tengo un regalito muy especial para su primera nieta. Tampoco hablar con mi hijo, mis sobrinos o aquellos amigos. Con mi hija me comunico por correo electrónico y así me voy apañando para saber que sigo viva.

Por cierto, aprovecho: aliciacentenera1@yahoo.es y también aliciacentenera14@gmail.com por si alguien quiere charlar un ratito o comentarme qué ha pedido a los Reyes Magos y cuantos gramos, caminito del kilo, han engordado ya en vísperas de las fiestas. Todas esas importantísimas noticias que mantienen en forma la amistad.

ME HAN ROBADO EL BOLSO

viernes, diciembre 20th, 2024

Y eso es decir muchas cosas a la vez. Unas buenas, otras más que muy regulines y la mayoría una pesadez. Esto va a dar para varias entradas y por eso prefiero empezar por lo más curioso. Y llamativo. Lo que yo denominaría

BUENA PRESENCIA

Voy a presentar la denuncia y suplicar para que me hagan un duplicado del DNI antes del año que viene. Ya en la puerta me llama la atención el policía que me dirige a los distintos departamentos. Es un hombre muy amable y comprensivo pero además… francamente guapo. Me divierte pensar que lo tienen precisamente en la puerta para causar buena impresión.

Pero luego está el que te hace pasar el bolso (¡otro¡) por el escaner. Y es un señor que está estupendo. De verdad. Espero en la propiamente sala de espera a que me reciba el encargado de denuncias varias. Espero poquísimo y …el policía que dice mi nombre y me da paso es un guapetón alto y delgado como su madre, moreno saladó… Me dan ganas de cantar.

Analizo friamente (bueno, templadamente) mis impresiones. Me pregunto si el estrés o la falta de gafas de cerca (que se fueron también con el bolso) me estarán deformando la visión. Porque no es corriente, creo yo, que una comisaría parezca un muestrario de guapos. Todos del formato morenazo con ojos claros y cuerpo poderoso de los de «tengo que agacharme para hablar con usted señora». Y llego a la conclusión de que veo fenomenal (nunca mejor dicho) y que estos policías corresponden a lo que antes se llamaba personas con «buena presencia». La buena presencia la exigían para muchos empleos e implicaba ser bastante mono y además ir limpito y bien planchado. Mis, desde ahora, polis favoritos, cumplen esas características y el uniforme les sienta como un guante. Doy gracias al Señor del Universo por proporcionarme esta especie de cuidados paliativos para la vista en un día más bien aciago. Y no me atrevo a preguntar si tienen calendario del 2025 o, por lo menos, uno compartido con los bomberos.