LA CALDERA

noviembre 3rd, 2010

Nuestro lema familiar es “come y haz pis siempre que puedas porque nunca sabes cuándo tendrás oportunidad de volverlo a hacer”. Es un lema útil en cualquier circunstancia y particularmente durante los viajes. Mi hija Julia le acaba de añadir “y lávate el pelo” y es cierto que en cuanto las circunstancias se espesan un poco, le pilla a una la reunión de trabajo o el encuentro con un antiguo novio con la melena opaca y carente de glamour.
¡Qué bálsamo para el espíritu pensar que nuestros pequeñuelos crecen no sólo en belleza y musculatura sino en sabiduría práctica! Lo pienso, tan contenta con mi niña, mientras maldigo cuidadosamente al Tipo de la Caldera.
El mencionado Tipo de la Caldera ha visitado esta última con la excusa de la revisión anual. Y ha debido pensar que el confort moderno es una acumulación de excesos y la Caldera una esclava extenuada. O algo similar. Porque ha optado, sin pedirme opinión ni darme el parte siquiera, por dejar la calefacción chuflando comme-il-faut y el agua caliente en absoluto. No sé si me seguís. ¿Me merezco yo tener que bajar un piso y cruzar un patio envuelta en toalla y agua helada y criando estalactitas en la melena para ponerme de acuerdo con la Caldera?. Mi vida está llena de hombres malos.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

noviembre 2nd, 2010

Cuando una pone sus cuartos traseros, bueno, un solo cuarto trasero pero de verdad que es suficiente, en manos de un señor que no es amante ni pariente cercano ni nada, sufre cierta pérdida de dignidad. Y ni siquiera cabe el consuelo de recordar aquello de todo se ha perdido menos el honor. Si además el señor en cuestión se empeña en taladrar a mano el mencionado cuarto trasero, pues no sé lo que les ocurrirá a otras personas pero a mí, lo confieso, se me pone un humor regulín. Y desde luego, no estoy para preguntas raritas.
_¿Irradia? _ pregunta La Bestia
_¿Irradiar? ¿Pero qué se ha creído este señor que son mis ancas? ¿la central nuclear de Trillo? ¿el monte Tabor? ¿El Arbol de Avatar? _me pregunto yo. Aunque claro, no se lo digo, entre otras razones porque me falta el resuello.
_¿Irradiar? No comprendo_ digo cuando logro reunir fuerzas. Más para que La Bestia comprenda que no comprendo que por afán de conversación.
_Sí, mujer (“¿sí, mujer?” pero qué confianzas son esas?), que si cuando aprieto aquí (¡ay!) notas que el dolor (¡ay, ay, aaay!) se irradia por la pierna _responde él_
_Sí_ contesto, que más escueto y claro imposible.
Bueno, pues todavía quiere precisar si hasta la rodilla o hasta el tobillo o hasta dónde. Y ahí no me da la gana de contarle nada más. Porque si yo pudiera articular “hasta los deditos del pie” que sería la respuesta correcta, también podría tirarme de la camilla al suelo y huir, lo que no es el caso. Paso de contestarle. Que se chinche.

CAMBIO DE ESTACION

noviembre 1st, 2010

Anoche tuve una cena todavía fresquita, una cena casi de verano a pesar de los chaparrones de lluvia descarada: berenjenas al estilo de Menorca y merluza al horno hechas por el señor de la casa. Lo de que estén hechas por el señor y no por la señora tiene su encanto y es muy veraniego. Conozco pocos hombres aficionados a la cocina de invierno.
Hoy ha amanecido un día de frío pelón y la lluvia era intermitente y pesada. Me invitan a la primera cena invernal: patatas a la riojana hechas en la chimenea en su perolito de barro sobre trébedes. Peras en almíbar y bizcocho de chocolate para el postre. Y todo tipo de condumios engordativos antes y después del plato fuerte.
Para desengrasar, el señor de la casa, reciclado en barman, nos ofrece un Mai-Tai. Bueno, primero uno, luego otro y luego… A pesar de que llevo unos impropios pero favorecedores taconazos peep-toe totalmente Dry Martini, opto por un Mai-Tai (o varios) que sabe incandescente y amargo lo justo. El Mai-Tai no tiene nada que ver con el grito de ¡Mayday, Mayday!, tan socorrido, y, al parecer, lo adecuado es tomarlo con falda de plátanos y a la cabeza pañuelo de colorines y piña tropical.
A la vuelta, al entrar en casa, me sacude el olor salvaje de los lirios asiáticos, único vicio que me permito últimamente. No sé si el cuerpo me pide un cambio de estación o, directamente, de hemisferio.