Archive for the ‘Uncategorized’ Category

TÍTULOS (II)

lunes, diciembre 5th, 2022

Lo decíamos de pequeñitos: «Y ahora viene la segunda parte que es la más interesante». En este caso la segunda parte es más bien triste y de mucho pensar.

Supongo que todo aquel montaje sonoro e iracundo tiene algo que ver con Tamara Falcó, la marquesa por antonomasia según varios medios de comunicación. Eso me gusta más todavía porque Tamara es joven, guapa y elegante. Simpática además con ese deje pijo estupendisimo que a veces despista sobre lo inteligente que es.

Y lo supongo porque no creo que mi particular Fiera Turca (perdón turcos y otros amigos) tenga trato o siquiera acceso a ningún título nobiliario como no sea viendo a Tamara en El Hormiguero o similar.

Lo que me impresionó fue su odio, su ira, la cólera que traía ya de su casa. Porque yo no tuve tiempo ni me dej´´o un instante para provocar su indignación. Ahora los llaman jeiters (haters, escriben), odiadores, en las redes sociales. Y nunca me había encontrado con ninguno. Lo de esta mujer no sé si era ser jeiter o, simplemente, maleducada en grado sumo. Pero me pregunto cómo y por qué sale una a la calle con esa rabia dentro. Abrigada, además de con su cazadora rojo atemorizante, con kilos de rencor y furia.

Tal vez lo suyo era lo que los clásicos llamaban «odio de clase», así, a la antigua. O que había tenido un día regularmente espeso, no necesariamente agotador como el mío pero tampoco tan divertido.

En fin. Luego nos quejamos de que los Padres y las Madres de la Patria (o Matria, según se mire) se insulten y digan cosas feas, desagradables y zafias en el Congreso. ¡¡Pero si eso está en la calle!! No sé si es la gente corriente la que copia a los diputados o si los políticos se ponen vocacionalmente a la altura del adoquín. En cualquier caso, todo muy feo.

TITULOS

miércoles, noviembre 30th, 2022

Enseño Madrid, que es mi pueblo, a turistas donostiarras. El más amigo lleva un reloj de esos que te dicen los pasos que das, las calorías que quemas y no sé cuantas cosas más que nadie le ha preguntado. Entre sábado y domingo nos hemos pateado aproximadamente la circunferencia del globo terráqueo. Dicen que el reloj este cuenta las pulsaciones…. las palpitaciones alteradas me contará a mí.
En fin que el domingo a última hora, despedidos los donostiarras, visitada mi madre tan mayor ya, estoy regularmente molida y recuerdo además que el lunes tengo para prepararme la comida algo así como tres huevos y un cartón de leche de almendras. No es que me parezca poco sino de dificil combinación. Así que se impone paseo por el súper.
Justo enfrente hay un sitio para aparcar en batería. Pero nadie respeta las rayas y me veo obligada a aparcar pisando la mía de la derecha. Un minimo, no me salgo ni un centímetro. Los que saben de mi afición al volante comprenderán lo que me costó.
Hago la compra y vuelvo al coche cargada como una mula de minero antiguo. Y me llevo la sorpresa. El coche de al lado está tan pegado al mío que no puedo ni abrir la puerta. Por su parte del conductor cabe una moto grandota (por lo menos). Me armo de paciencia que es algo más dificil de armar que un armario de Ikea sin papelito de instrucciones y espero.

Espero hasta la desesperación (sí, justamente) y el segundo grado de congelación en la escala de Esquimalez y entonces llega el hábil conductor del coche vecino.

«Oiga» empiezo y termino de decir, porque él se mete en el coche y arranca con toda paz, pone las luces…. Por supuesto ni se le ocurre disculparse. O si se le ha ocurrido se aguanta las ganas. Del sofocón que me está entrando mi congelación desciende medio grado en a mencionada escala de Esquimalez. Y, de pronto oigo y toda la calle también a una mujer pegando unos gritos espantosos. Lleva cazadora de eskay rojo y un peinado que prefiero no describir. Tardo un pelín en darme cuenta que se dirige a mí. Que yo he pisado la raya y que va a llamar a la policía de ahi al lado para que lo vea. Magnifica idea me parece mientras su marido, novio o hermano o lo que sea tenga a bien mover su coche para que yo pueda entrar en el mío. Ella sigue a gritos y a lo suyo y entonces logra sorprenderme:

_»Que no se puede aparcar como a una le da la gana por muy marquesa que se sea», vocifera.

_»¿ marquesa?» inquiero sin saber cómo esta fiera turca ha pasado del volante a la nobleza.

«Ah que no es marquesa…» sigue ella a su bola, «pues hija tienes toda la pinta», tuteandome de pronto.

Y lo siento porque me salió de dentro y la verdad, no estuve fina.

«Pues gracias a Dios que tengo pinta de marquesa y no la pinta de choni que tiene usted».

(CONTINUARÁ)

SIMPLICIDAD

martes, noviembre 8th, 2022

Ven los niños el mundo de una manera que no es la nuestra. Así _o con algo parecido_ empezaba hace 25 años mi columna del domingo en El Diario Vasco, el periódico más donostiarra.
Y contaba que, en bosque y noche oscura, en plena exhibición del cometa Hale-Bopp _porque este cometa era un derroche de luz francamente dado al exhibicionismo_ mi pequeña sobrinísima prefirió darse a la caza de renacuajos con linterna y vasito de plástico. Otra faceta de la Naturaleza que tiene muchas.
Mira que hace tiempo pero, al parecer, los niños siguen prefiriendo la simplicidad a lo extraordinario, lo cercano a lo de fuera.
En pleno puente de Difuntos estoy en la sala de espera del médico. En el asiento de al lado una falsa accidentada toda sanguinolencia y vendas, como corresponde a la fecha. Llegan una niña y su abuela, ambas vivarachas y muy alegres, así que deduzco que sólo revisión o vacunas. La niña vestida de luto y tules lleva una diadema con dos orejitas de lentejuelas brillantes.

La masacrada de pacotilla, rebosando hemoglobina de bote y sonrisas, se dirige a la pequeña:

«Halaaaa, que guapa, seguro que eres una bruja, ¿y esas orejitas son también de Halloween?»

«Nooo _responde la niña_ son de gatito»

Simplicidad, ya veis.

LA INMIGRACION

jueves, octubre 20th, 2022

Soy profundamente partidaria de la inmigración. Que estoy a favor, vamos. Y desde el otro día, más.
Voy andando tranquilamente hacia mi coche con las llaves en la mano y canturreando, chirulín, chirulán, cuando de pronto el suelo se eleva y me ataca y, por más que intento esquivarlo, me da de frente. Menudo porrazo.
Quedo tirada a cuatro patas, entre el coche a un lado y un arbusto lleno de bolitas rojas y espinas al otro. Tal vez porque mi sentido del equilibrio ya no es el que era. O porque soy floja de remos. Maldigo el suelo, el arbusto y mi rodilla derecha pulverizada, elementos todos cuyo conjunto me impide levantarme. No maldigo el coche porque aún pienso que me será de ayuda.
Intento izarme apoyando la mano repetidas veces en el arbusto espinoso con los consiguientes arañazos y sinsabores y ya voy a probar por el lado del coche cuando caigo en la cuenta de que éste tampoco me ayudará. Así es la vida. Resulta que cuando el alquitrán y los adoquines se sublevaron, de semejante rápida y grosera y agresiva y prepotente manera, en ese momento, aturullada por las circunstancias, presioné el mando del coche antes de que volara libre hasta unos dos metros de distancia. El mando ¿eh? No el coche.
En fin, que el coche quedó abierto, Lo que no es tan de agradecer como pensé al principio. Repto ligeramente al frente para enganchar el picaporte de la puerta izquierda de atrás. Pienso en mi ignorancia que, una vez agarrada a la manilla, podré hacer fuerza y levantarme. Pero no. Logro con esfuerzo sujetarla, tiro de ella hacia arriba y una pizca hacia mí. La puerta se abre y no me da en las narices porque ágilmente vuelvo a la posición de cuerpo a tierra. Ahí empiezo a maldecir también el coche. Un coche que ha pasado conmigo cinco años y una ITV debía tener cierto sentido de la fidelidad.
Incapaz de ponerme de pie y sin nada más que hacer, me doy a la filosfía, lo reconozco. «Cómo cambia la vida en apenas un instante», medito. Y también, «Mens sana in corpore sano,» (tengo que volver al gimnasio). Cosas así, de mucho pensar.
Aparece entonces Ilán, la asistenta de mi vecina, sureña de allende el Estrecho, guapa, alegre y, sobre todo, muy fuerte. Me levanta como la consabida pluma, recupera el mando y no quiere que la lleve en el coche a ningun sitio porque le gusta andar. Lo dicho: soy profundamente partidaria de la inmigración.

HOLA DE NUEVO

jueves, agosto 11th, 2022

COSAS CIENTÍFICAS

domingo, diciembre 19th, 2021

No hace un mes llamo a un amigo pamplonés y residente en Donostia-San Sebastián, para felicitarle por su cumple y charlar un ratito. Le pregunto qué tal está y responde que bien pero que la semana anterior estuvo muy malito. Esto que ahora se llama «gastroenteritis» (como si todos hubiéramos estudiado Terminología Médica) y antes se nombraba con términos carentes de todo glamour o ínfulas científicas. Lo de ahora, aunque los síntomas y tiempos sean los mismos, suena mejor.. El caso es que mi amigo se levantó por fin del lecho del dolor para asistir a una alubiada que, al parecer, lo curó y volvió a ponerle el cuerpo en forma. A grandes males, grandes remedios. Me alegré por él.
Ese mismo día pero ya noche oscura, a las 3 de la madrugada, me despertaron súbitamente los mencionados síntomas de una gastroenteritis en mi cuerpo serrano.
Una semanita he estado en estado de fastidio. Debo decir además que para mí es evidente que esto mío ha sido un contagio telefónico. No estaba tan curado mi amigo como presumía.
Hay quien me dice que la transmisión telefónica de un virus es imposible. Bueno, cada cual que crea lo que quiera. Digo yo que si el bicho Covid puede transmitirse por el aire y por el suelo, por tierra, mar y aire, vamos, a ver por qué no va a poderse transmitir la gastroenteritis por teléfono.
Las cosas científicas tienen eso, que al principio parecen increíbles.
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¿Y LA MERLUZA?

jueves, noviembre 18th, 2021

Me dice una amiga que mañana tiene merluza para comer. Me pregunto de donde la habrá sacado. A lo mejor, como es de autonomía marinera se ha lanzado al agua el fin de semana y se ha traido la merluza bajo el brazo y nadando. Porque desde luego en el súper y en la pescadería de al lado de casa no hay merluza. Corvina y lubina, sí. Bacalao fresco (que no me gusta nada) también. Boquerones y minibesugos y rodaballo de estero y rape y salmón… pero merluza no.
_Oiga, ¿merluza no tiene?
Hasta acento vasco pongo para que vean que puedo distinguir entre calamares y sardinas. Que la merluza está en paro biológico, me responden. Esto del paro biológico y merlucero no sé lo que es pero suena estupendamente. Así que dejo pasar unos días para que la merluza en paro se entretenga con sus cosas. Y vuelvo a preguntar.
Que no hace días y que no sabe el porqué. Que mañana tendrán en el bandejero, ya en filetes y bien limpia. El bandejero, me ilustra por el mismo precio, es ese armario frio y gris, metálico, donde hay bandejas de ¿porespan? (eso blanco que se pueden sacar bolitas y no pesa) con filetes de diferentes especies marinas comestibles.
No me atrevo a preguntar por qué hay merluza fresquísima en filetes y bandejero y no hay merluza entera para hacerla al horno con sus patatitas. Hay misterios insondables en los que es mejor no entrar. Y además, la lubina está buenísima.

COMO ANTES

sábado, noviembre 6th, 2021

Se me despistó la entrada anterior y quedó durante una semana en estado de Borrador. Debe ser porque alguna neurona se me escapó cuando el ataque del Cartel Asesino.
Lo de hoy no ha sido tan entretenido pero sí más satisfactorio. He ido al teatro con mi grupo de actividades cultureta. Reencuentro con los compañeros virtuales después de todos los confinamientos, pandemias y demás. Con mascarilla, vale, pero podíamos tocarnos (poco) y abrazarnos (mucho) sobre abrigos y las primeras bufandas, El profe-presi, Victor, ha preparado una conferencia mini sobre la filósofa Hanna Arendt para orientarnos un poco. Y allá nos hemos ido al teatro todos en comandita.
Menuda sorpresa. La obra es un auténtico lifting. Me he quitado un montón de años de encima y he vuelto de golpe a la época más progre de la universidad: actores made in Sudamérica y vestidos de negro, escenografía casi inexistente, temática ya he dicho filosófica, sobre la filósofa Hanna Arendt. Sólo faltaban los gritos anti Pinochet o similares y el vino tinto de garrafón (mucho más presente entonces que la nórdica cerveza).
Ganas tuve al salir de cantar algo de los Inti-Illimani pero tenía frío en los pies. Un frío que me subía desde el suelo de granito debido, supongo, a que no llevaba los indispensables botos de la época. O será que estoy mayor, lifting aparte.

ESTA FAMILIA

sábado, noviembre 6th, 2021

He tenido una aventura (pequeña) con el pico de un cartel colocado evidentemente demasiado bajo y en mitad de la acera. Corro (es un decir) a contárselo al móvil de mi hija que me advierte con voz muy seria (el móvil, no mi hija) que en ese momento está trabajando y no puede hablar (mi hija, no el móvil). Así que dejo un mensaje. Este:
_Hola mi niña bonita, que me ha atacado un cartel en la calle y me ha hecho un agujero en el cráneo con sangre y todo.
Y ella me contesta también con mensaje:
_Hala, mami… yo igual anoche en la cocina, con el pico de un armario alto. y horroroso y horrible. Luego te llamo.
Y, digo yo, vamos, no lo digo pero lo pienso esforzadamente:
_Pero…¿Qué le pasa a esta familia?

COMO EN CASA

domingo, octubre 24th, 2021

Nos decían en el cole que «se dice el pecado pero no el pecador». También es cierto que del colegio hace como mil años mal contados. Así que ya es tiempo de pasar de máximas tan antiguas. Aparte que aquí el pecador se merece el nombre en mayúsculas, por lo menos.
Se trata de CEPSA y ,sobre todo , de su publicista favorito.
Por razones personales pero fáciles de comprender, en los ultimos meses he tenido que utilizar dos veces los aseos de una gasolinera CEPSA. Y enfrentarme a su nueva campaña de publicidad. No sólo nos cuenta CEPSA que su gasolina es la más mejor en el mundo mundial (del precio no habla) sino que visitando sus instalaciones higiénicas (supuestamete) nos encontraremos «Como en casa».
Les reconozco la valentía, hay que sacar mucho pecho para hacer una afirmación así.
Mi pregunta, motivada por dos infaustas experiencias, es:»¿Como en casa de quien?»
Desde luego como en la mía, no.
En casa no tenemos una pegatina enorme en el espejo con imágenes de jabón, gel y patito amarillo. Pero tampoco tenemos un lavabo que se limpió por última vez antes de la pandemia ni un water con pis ajeno (puajj) ni un suelo con marañas de papel higiénico mojado.. Y por supuesto no tenemos que pedir la llave al señorín de caja ni oir su entretenida historia sobre que es fin de semana y está solo y hace lo que puede. Que, evidentemente no incluye un aseo en condiciones ni un trato amable para el cliento, la clienta ni, como en este caso, cliente.
CEPSA debe tener la casa hecha una porquería.