Archive for the ‘Uncategorized’ Category

DANDO VUELTAS

lunes, diciembre 26th, 2022

Asi he pasado Nochebuena y Navidad, dando vueltas. Por la Comunidad de Madrid, grande y poblada como es.

La propiamente noche de Nochebuena yendo a Madrid capital por la parte del Estadio Bernabeu aparecí en la avda. del Vestisquero de la Condesa que aparte de su nombre precioso y sugerente, está lejísimos. O eso me dijeron, porque es de mis sitios favoritos a base de ir e ir allí aunque no quiera ir. Es ver la Clínica Cemtro y después el Hospital Ruber Internacional y me ubico inmediatamente: ya estoy en lo del Ventisquero de la Condesa, ahora sólo hay que salir.

Luego no había forma de aparcar. Vamos, formas sí había aunque desconozco la mayoría debido a mi torpeza intrínseca. Lo que no había era sitio y lugar donde abandonar a mi pobrecito utilitario. Tuve que pedir auxilio y lo obtuve, gracias a Dios.

La Navidad la pasé en la casa de campo de mi hija que es mucho más campo que casa y está preciosa. Pero lejos, eso sí. Incluso muy lejos aunque aún, por muy poco, dentro de la Comunidad.

Pues me perdí. A pesar de que esta vez la culpa no fue del todo mía sino del GPS que se hizo un lío de pronto y empezó a desvariar .Y enmudeció además. Un horror. Lo primero decidió que lo que yo tenia que hacer era ir incesantemente a Leganés. Magnífico pueblo, cuna de los pepineros y su equipo de fútbol y cada día más bonito con sus chalets nuevos tan modernos. Solo que yo no pintaba nada ahí. De modo que le insistía al aparato que me llevara más bien hacia la carretera de los pantanos donde, justo al final, vive mi hija. No quería. De hecho cada vez que lograba escapar me redirigía _así lo llama el trasto_ a Leganés de nuevo.

Después me gui´ó en un recorrido por la Mancha que ni don Quijote. Y concretamente un par de veces a Perales del Rio que está justito donde empieza el más allá. Y que, así, a simple vista al volante, ni perales ni río. Lo sé porque el aparatito este malévolo me hubiera dicho (bueno, puesto en el mapa) que me tirara al río ese. Y no. Recorrí también una carretera que cruzaba la mitad inferior de la Mancha y pasaba por un sitio de nombre imaginativo y maravilloso: Estanque de Tormentas. Me encantó.

En una de esas ya me puse firme y me negué a obedecerle. Y yo solita por mis propios medios logré llegar a una gasolinera donde me detuve y solicité ayuda lo antes posible. Un chico joven me salvó la vida. Trasteó con el trasto y me dijo que, definitivamente, el GPS se había vuelto loco y mudo. El arreglo fue maravilloso en su sencillez: se apaga la APP y se vuelve a encender. Y, hala, todo un espectáculo de luz y sonido. Llegué a casa de mi hija, donde los pinos, las encinas y los olivos sin mayor dificultad. Qué bien.

No podemos m´as

martes, diciembre 20th, 2022

Me acuerdo muchísimo de Asurancetourix, el jefe de la irreductible aldea gala donde viven Asterix y Obelix. El valiente jefe galo sólo tenía miedo a que el cielo, un buen día, cayera sobre su cabeza. Y eso es exactamente lo que ha pasado en Madrid, que es mi pueblo.

No podemos más. Dice un amigo mío asturiano que “Madrid no sabe llover” y cuánta razón tiene. Cuando se trata de agua _aparte de la del grifo que es excelente_ esta ciudad y los pueblos vecinos se hacen un lío. Habitualmente el asunto se resuelve en un par de chubascos tremendos y, durante el verano, además, con el añadido de gran aparato eléctrico.  Expresión meteorológica que me encanta y me sugiere imágenes de electrodomésticos volanderos y de buen tamaño. Un gran aparato eléctrico sería por ejemplo, una nevera grandota voladora.

Pero ahora no es como habitualmente. Para nada. Lo de hoy mismo o ayer o cualquier día excepto el sábado pasado es una lluvia pesada y continua, sin intermitencias, sin descanso tampoco. Y el cielo blanco. Un cielo apropiadísimo para nuestro norte, para el país de las verdes praderas. Pero que no tiene nada que hacer en mi queridísimo poblachón manchego. Cuando aquí llevamos un par de días sin ver el sol y su abrigo azul rabioso, nos alarmamos. No sabemos conducir con sirimiri pues imaginaos estos días. Los madrileños sentimos que el agua debe estar en la playa y, lo más cerca, en los pantanos. Un agua ordenadita que se evapora a mogollón todos los veranos con la pertinaz sequía y aparece de nuevo en noviembre. A veces de manera algo exagerada para equilibrar lo del verano estreñido que os decía.

Los madrileños además con esta agua descolocada que nos llega del piso de arriba nos ponemos de un humor de perros. “Llueven gatos y perros” dicen los anglosajones cuando cae una buena. Pues eso, que aquí no somos anglosajones en absoluto. Y no podemos más.

UNA EXPERIENCIA

martes, diciembre 20th, 2022

Mi yerno favorito me invita a un concierto de handpan, exótico instrumento al parecer. El día de mi cumpleaños. Que sí y que iré encantada, le digo. Primero porque yo, a mi yerno favorito, no le niego nada y después porque no habiendo oído en mi vida hablar del instrumento este, pienso que será una nueva experiencia. Y eso es lo que necesito según me voy haciendo más mayor y mis amigos conmigo, ahora que empieza a parecernos que ya sabemos de todo y nada puede sorprendernos.

Error. Siempre queda algo por descubrir. En mi ignorancia iba yo a un concierto tipo clásico en patio de butacas. Comprendí que no al ver que el local era un anexo a los bajos de Pachá donde la cola daba vuelta bajo la lluvia a media plaza de Barceló. Bueno, pensé, pues más emoción. Dentro, todo era oscuridad pero por lo menos no llovía.

Para ignorantes como era yo la semana pasada, os diré que así, de primera impresión, el instrumento es como un wok boca abajo con algunos agujeros todo alrededor, como por exceso de cocción. Luego, ya aposentada (y no sentada porque sillas no había) vi que se asemejaba notablemente a una nave espacial con sus hoyos extraños en la parte superior y un agujero grandote en la parte inferior, la zona por donde salen los extraterrestes en las películas del género. Todo como muy metalizado y brillante. Los aliens, ya se sabe, siempre llevan la nave reluciente y limpísima.

Eché un vistazo al público alrededor que, para mi sorpresa, no era una colección de jovencísimos sino un muestrario de treintañeros a punto de cuarentones y de cuarentones propiamente dichos.  Estos últimos, ya con cuerpo y pinta de trabajar de lunes a viernes, intentaban disimular edad y condición por el muy equivocado método de obviar la camisa y llevar todos cuello redondo a flor de piel. Error. Otro error más. Hay unos años (pocos) en que puede ir uno por la vida luciendo el cuello (propio). Y muchos, muchisimos más, en que es mejor cubrir las carnes bajo la barbilla con cualquier tipo de cuello camisero, alto o cisne. Especial caballeros: no se es más progre por afeitarse la calvicie, dejarse barba de cuatro días y enseñar el cuello al descubierto. Ya, la camisa es burguesa y anticuada pero… tapa. Mantengamos la ilusión antes del desplome total. Meditemos sobre el cuello de Harrison Ford desde que cumplió los taitantos.  

 Nos consiguen dos sillas (mi yerno favorito ha aportado además mamá americana de visita, tan desconcertada como yo) y llega la música. Me suena, propiamente. No sé a qué. Es como música para hacer tai chi. Pero luego se enrabieta y sube el tono. Y ya sé a qué me suena: es música para documental  de ballenas. O cachalotes. Incluso orcas asesinas. Allí estamos en el subsuelo más subsuelo de la plaza de Barceló, tres o cuatro pisos por encima del infierno, escuchando música intelectual de acuario.

Una nueva experiencia, sí señor. Y total, fuera llueve.

TÍTULOS (II)

lunes, diciembre 5th, 2022

Lo decíamos de pequeñitos: «Y ahora viene la segunda parte que es la más interesante». En este caso la segunda parte es más bien triste y de mucho pensar.

Supongo que todo aquel montaje sonoro e iracundo tiene algo que ver con Tamara Falcó, la marquesa por antonomasia según varios medios de comunicación. Eso me gusta más todavía porque Tamara es joven, guapa y elegante. Simpática además con ese deje pijo estupendisimo que a veces despista sobre lo inteligente que es.

Y lo supongo porque no creo que mi particular Fiera Turca (perdón turcos y otros amigos) tenga trato o siquiera acceso a ningún título nobiliario como no sea viendo a Tamara en El Hormiguero o similar.

Lo que me impresionó fue su odio, su ira, la cólera que traía ya de su casa. Porque yo no tuve tiempo ni me dej´´o un instante para provocar su indignación. Ahora los llaman jeiters (haters, escriben), odiadores, en las redes sociales. Y nunca me había encontrado con ninguno. Lo de esta mujer no sé si era ser jeiter o, simplemente, maleducada en grado sumo. Pero me pregunto cómo y por qué sale una a la calle con esa rabia dentro. Abrigada, además de con su cazadora rojo atemorizante, con kilos de rencor y furia.

Tal vez lo suyo era lo que los clásicos llamaban «odio de clase», así, a la antigua. O que había tenido un día regularmente espeso, no necesariamente agotador como el mío pero tampoco tan divertido.

En fin. Luego nos quejamos de que los Padres y las Madres de la Patria (o Matria, según se mire) se insulten y digan cosas feas, desagradables y zafias en el Congreso. ¡¡Pero si eso está en la calle!! No sé si es la gente corriente la que copia a los diputados o si los políticos se ponen vocacionalmente a la altura del adoquín. En cualquier caso, todo muy feo.

TITULOS

miércoles, noviembre 30th, 2022

Enseño Madrid, que es mi pueblo, a turistas donostiarras. El más amigo lleva un reloj de esos que te dicen los pasos que das, las calorías que quemas y no sé cuantas cosas más que nadie le ha preguntado. Entre sábado y domingo nos hemos pateado aproximadamente la circunferencia del globo terráqueo. Dicen que el reloj este cuenta las pulsaciones…. las palpitaciones alteradas me contará a mí.
En fin que el domingo a última hora, despedidos los donostiarras, visitada mi madre tan mayor ya, estoy regularmente molida y recuerdo además que el lunes tengo para prepararme la comida algo así como tres huevos y un cartón de leche de almendras. No es que me parezca poco sino de dificil combinación. Así que se impone paseo por el súper.
Justo enfrente hay un sitio para aparcar en batería. Pero nadie respeta las rayas y me veo obligada a aparcar pisando la mía de la derecha. Un minimo, no me salgo ni un centímetro. Los que saben de mi afición al volante comprenderán lo que me costó.
Hago la compra y vuelvo al coche cargada como una mula de minero antiguo. Y me llevo la sorpresa. El coche de al lado está tan pegado al mío que no puedo ni abrir la puerta. Por su parte del conductor cabe una moto grandota (por lo menos). Me armo de paciencia que es algo más dificil de armar que un armario de Ikea sin papelito de instrucciones y espero.

Espero hasta la desesperación (sí, justamente) y el segundo grado de congelación en la escala de Esquimalez y entonces llega el hábil conductor del coche vecino.

«Oiga» empiezo y termino de decir, porque él se mete en el coche y arranca con toda paz, pone las luces…. Por supuesto ni se le ocurre disculparse. O si se le ha ocurrido se aguanta las ganas. Del sofocón que me está entrando mi congelación desciende medio grado en a mencionada escala de Esquimalez. Y, de pronto oigo y toda la calle también a una mujer pegando unos gritos espantosos. Lleva cazadora de eskay rojo y un peinado que prefiero no describir. Tardo un pelín en darme cuenta que se dirige a mí. Que yo he pisado la raya y que va a llamar a la policía de ahi al lado para que lo vea. Magnifica idea me parece mientras su marido, novio o hermano o lo que sea tenga a bien mover su coche para que yo pueda entrar en el mío. Ella sigue a gritos y a lo suyo y entonces logra sorprenderme:

_»Que no se puede aparcar como a una le da la gana por muy marquesa que se sea», vocifera.

_»¿ marquesa?» inquiero sin saber cómo esta fiera turca ha pasado del volante a la nobleza.

«Ah que no es marquesa…» sigue ella a su bola, «pues hija tienes toda la pinta», tuteandome de pronto.

Y lo siento porque me salió de dentro y la verdad, no estuve fina.

«Pues gracias a Dios que tengo pinta de marquesa y no la pinta de choni que tiene usted».

(CONTINUARÁ)

SIMPLICIDAD

martes, noviembre 8th, 2022

Ven los niños el mundo de una manera que no es la nuestra. Así _o con algo parecido_ empezaba hace 25 años mi columna del domingo en El Diario Vasco, el periódico más donostiarra.
Y contaba que, en bosque y noche oscura, en plena exhibición del cometa Hale-Bopp _porque este cometa era un derroche de luz francamente dado al exhibicionismo_ mi pequeña sobrinísima prefirió darse a la caza de renacuajos con linterna y vasito de plástico. Otra faceta de la Naturaleza que tiene muchas.
Mira que hace tiempo pero, al parecer, los niños siguen prefiriendo la simplicidad a lo extraordinario, lo cercano a lo de fuera.
En pleno puente de Difuntos estoy en la sala de espera del médico. En el asiento de al lado una falsa accidentada toda sanguinolencia y vendas, como corresponde a la fecha. Llegan una niña y su abuela, ambas vivarachas y muy alegres, así que deduzco que sólo revisión o vacunas. La niña vestida de luto y tules lleva una diadema con dos orejitas de lentejuelas brillantes.

La masacrada de pacotilla, rebosando hemoglobina de bote y sonrisas, se dirige a la pequeña:

«Halaaaa, que guapa, seguro que eres una bruja, ¿y esas orejitas son también de Halloween?»

«Nooo _responde la niña_ son de gatito»

Simplicidad, ya veis.

LA INMIGRACION

jueves, octubre 20th, 2022

Soy profundamente partidaria de la inmigración. Que estoy a favor, vamos. Y desde el otro día, más.
Voy andando tranquilamente hacia mi coche con las llaves en la mano y canturreando, chirulín, chirulán, cuando de pronto el suelo se eleva y me ataca y, por más que intento esquivarlo, me da de frente. Menudo porrazo.
Quedo tirada a cuatro patas, entre el coche a un lado y un arbusto lleno de bolitas rojas y espinas al otro. Tal vez porque mi sentido del equilibrio ya no es el que era. O porque soy floja de remos. Maldigo el suelo, el arbusto y mi rodilla derecha pulverizada, elementos todos cuyo conjunto me impide levantarme. No maldigo el coche porque aún pienso que me será de ayuda.
Intento izarme apoyando la mano repetidas veces en el arbusto espinoso con los consiguientes arañazos y sinsabores y ya voy a probar por el lado del coche cuando caigo en la cuenta de que éste tampoco me ayudará. Así es la vida. Resulta que cuando el alquitrán y los adoquines se sublevaron, de semejante rápida y grosera y agresiva y prepotente manera, en ese momento, aturullada por las circunstancias, presioné el mando del coche antes de que volara libre hasta unos dos metros de distancia. El mando ¿eh? No el coche.
En fin, que el coche quedó abierto, Lo que no es tan de agradecer como pensé al principio. Repto ligeramente al frente para enganchar el picaporte de la puerta izquierda de atrás. Pienso en mi ignorancia que, una vez agarrada a la manilla, podré hacer fuerza y levantarme. Pero no. Logro con esfuerzo sujetarla, tiro de ella hacia arriba y una pizca hacia mí. La puerta se abre y no me da en las narices porque ágilmente vuelvo a la posición de cuerpo a tierra. Ahí empiezo a maldecir también el coche. Un coche que ha pasado conmigo cinco años y una ITV debía tener cierto sentido de la fidelidad.
Incapaz de ponerme de pie y sin nada más que hacer, me doy a la filosfía, lo reconozco. «Cómo cambia la vida en apenas un instante», medito. Y también, «Mens sana in corpore sano,» (tengo que volver al gimnasio). Cosas así, de mucho pensar.
Aparece entonces Ilán, la asistenta de mi vecina, sureña de allende el Estrecho, guapa, alegre y, sobre todo, muy fuerte. Me levanta como la consabida pluma, recupera el mando y no quiere que la lleve en el coche a ningun sitio porque le gusta andar. Lo dicho: soy profundamente partidaria de la inmigración.

HOLA DE NUEVO

jueves, agosto 11th, 2022

COSAS CIENTÍFICAS

domingo, diciembre 19th, 2021

No hace un mes llamo a un amigo pamplonés y residente en Donostia-San Sebastián, para felicitarle por su cumple y charlar un ratito. Le pregunto qué tal está y responde que bien pero que la semana anterior estuvo muy malito. Esto que ahora se llama «gastroenteritis» (como si todos hubiéramos estudiado Terminología Médica) y antes se nombraba con términos carentes de todo glamour o ínfulas científicas. Lo de ahora, aunque los síntomas y tiempos sean los mismos, suena mejor.. El caso es que mi amigo se levantó por fin del lecho del dolor para asistir a una alubiada que, al parecer, lo curó y volvió a ponerle el cuerpo en forma. A grandes males, grandes remedios. Me alegré por él.
Ese mismo día pero ya noche oscura, a las 3 de la madrugada, me despertaron súbitamente los mencionados síntomas de una gastroenteritis en mi cuerpo serrano.
Una semanita he estado en estado de fastidio. Debo decir además que para mí es evidente que esto mío ha sido un contagio telefónico. No estaba tan curado mi amigo como presumía.
Hay quien me dice que la transmisión telefónica de un virus es imposible. Bueno, cada cual que crea lo que quiera. Digo yo que si el bicho Covid puede transmitirse por el aire y por el suelo, por tierra, mar y aire, vamos, a ver por qué no va a poderse transmitir la gastroenteritis por teléfono.
Las cosas científicas tienen eso, que al principio parecen increíbles.
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¿Y LA MERLUZA?

jueves, noviembre 18th, 2021

Me dice una amiga que mañana tiene merluza para comer. Me pregunto de donde la habrá sacado. A lo mejor, como es de autonomía marinera se ha lanzado al agua el fin de semana y se ha traido la merluza bajo el brazo y nadando. Porque desde luego en el súper y en la pescadería de al lado de casa no hay merluza. Corvina y lubina, sí. Bacalao fresco (que no me gusta nada) también. Boquerones y minibesugos y rodaballo de estero y rape y salmón… pero merluza no.
_Oiga, ¿merluza no tiene?
Hasta acento vasco pongo para que vean que puedo distinguir entre calamares y sardinas. Que la merluza está en paro biológico, me responden. Esto del paro biológico y merlucero no sé lo que es pero suena estupendamente. Así que dejo pasar unos días para que la merluza en paro se entretenga con sus cosas. Y vuelvo a preguntar.
Que no hace días y que no sabe el porqué. Que mañana tendrán en el bandejero, ya en filetes y bien limpia. El bandejero, me ilustra por el mismo precio, es ese armario frio y gris, metálico, donde hay bandejas de ¿porespan? (eso blanco que se pueden sacar bolitas y no pesa) con filetes de diferentes especies marinas comestibles.
No me atrevo a preguntar por qué hay merluza fresquísima en filetes y bandejero y no hay merluza entera para hacerla al horno con sus patatitas. Hay misterios insondables en los que es mejor no entrar. Y además, la lubina está buenísima.