Media vida me he pasado cantando _identificadísima_ aquello de Alaska: “Quiero ser un bote de Colón y salir anunciada en la televisión. Qué satisfacción… ¡¡ser un bote de Colón!!”.
Pues hoy ya no quiero ser bote de Colón, que es una profesión redonda pero muy sacrificada: todo el día lavando los trapos sucios. Ahora quiero ser protagonista de un anuncio de Balay. Quiero bailarines llevándome de la cocina al salón y viceversa, música de marcha y marcha en el cuerpo. Y no pegar ni clavo. Balay, ya digo. Es que en esta primavera desmedida, entre lluvias y soles, hay días en que no está una para nada.
Archive for mayo, 2011
EL BOTE DE COLON
lunes, mayo 30th, 2011SOLOCHICAS
viernes, mayo 27th, 2011Hoy he recibido en casa. Lo digo así porque uno de mis anhelos irremediablemente frustrados es tener un día de recibo. Doña Estupendalicia recibe los miércoles, dirían en la sección de sociales del ABC. El problema es que cuando las señoras tenían un día de recibo, poseían también un cuerpo de casa compuesto por mayordomo, doncellas (2), cocinera y etc. En mi casa, el cuerpo este que digo es el mío propio. Lo que no estaría tan mal si no fuera porque es en exclusiva. Quiero decir que yo me lo guiso, yo no me lo como (debido a la permanente dieta disminuidora de latitud), yo friego el cacharrerío que no cabe en el lavavajillas y yo cambio los ceniceros.
Total que hoy he recibido en una cena de las que yo llamo SOLOCHICAS, entendiendo por chicas a mujeres y principalmente al borde de esa edad en que se deja de ser mayor de edad para ser simplemente mayor (y ya sé que se me habrán ofendido todas pero la verdad es la verdad).
La ventaja de una cena SOLOCHICAS es que puede una descalzarse si es menester, hablar de las asignaturas y exámenes de los hijos y de una que no ha venido a la mencionada cena. En este tipo de saraos hiperfemeninos, yo me acojo a la máxima de mi hermana: “No salir de la habitación ni para ir al baño, así me lo haga encima”. Y jamás de los jamases se me ocurriría no aparecer si he sido invitada. Porque ambas actividades son la mejor manera de convertirse en protagonista. Y no es que las mujeres critiquemos más que los hombres, eso es un tópico. Lo que sucede es que como los hombres, en general (su excepción habrá), tienen tantas dificultades para expresarse, para cuando van a criticar al que se ha marchado a hacer uso del mingitorio, éste ya ha vuelto.
Y por cierto, las componentes de mis cenas SOLOCHICAS no criticamos nunca. Simplemente analizamos las circunstancias y comportamientos propios y ajenos. Tal vez haciendo un poquitín de hincapié en los ajenos.
SOL
martes, mayo 24th, 2011De las pintadas y pancartas que he visto en Sol, bueno, en Acampadasol, me quedo con una:
Si no nos dejais soñar
no os dejaremos dormir
Me parece el grito mejor para gente de más de 20 años y menos de 35 (que ahora son también jóvenes).
A la vuelta, oigo en la radio del coche que es un verso del Julio César de Shakespeare. Vale, pues no es un grito nuevo entonces. Pero una generación capaz de citar a Shakespeare en sus pintadas reivindicativas merece un respeto. Va a resultar que, además del perro y la flauta, algunos llevan las obras completas de Shakespeare bajo el brazo. Don William estaría encantado.
PREGUNTA POLITICA
jueves, mayo 19th, 2011¿Que asesor de Esperanza Aguirre contrató para la foto de campaña a la maquilladora de ojos de Cleopatra de Egipto?
PRIMAVERA
miércoles, mayo 18th, 2011Hoy he soplado un vilano
JENGIBRE
domingo, mayo 15th, 2011Me encanta el jengibre. Me gusta su perfume, su sabor fresquísimo y con ese punto picante y su “físico” de cactus calvo. Y no, no me recuerda a nada más, a pesar de lo que piensen los malpensantes. Soy de las que en los restaurantes asiáticos pilla las láminas de jengibre en encurtidos y llora sabrosamente masticándolas. Una delicia.
Si fuera “nariz” de algún laboratorio perfumero alta gama, diseñaría un perfume con elevada concentración de aroma a jengibre. Eso para el invierno, cuando el jengibre da calor y picor y se relaciona excelentemente con los abrigos. En verano aflojaría la cantidad de jengibre y la combinaría con notas cítricas. Jengibre con el ácido dulce de la naranja, por ejemplo. O el sobresalto amarillo del limón.
Todo esto se me ha ocurrido porque en la mesa donde trabajo flota un suave olor a jengibre. Que a pesar de lo que me gusta, me tiene sutilmente intrigada. O sea, intrigada pero poco. Ya que mi mesa, lo reconozco, es un caos y a saber qué secretos oculta.
Pasa un rato. Pasa otro. Me decido: hago el esfuerzo, enorme esfuerzo, de ordenar la mesa donde trabajo. Y nada. No hay jengibre a la vista.
Pasa otro rato, Recuerdo que en la estantería, detrás de mí, se alinean mis bolsos, bien agrupaditos por colores. Los reviso uno a uno y ya estoy maldiciendo por lo bajinis cuando llego al bolso rojo grande que tiene como veinte cremalleras. Bajo y subo cremalleras y al fin descubro el jengibre. En esa bolsita blanca y plastilándica, tan poco ecológica, que me dieron en la tienda de comiditas chinas y junto al recibo del aparcamiento de los chinos propiamente. Si lo sé, lo dejo un par de semanas más. Para que crezca. Pena me ha dado encerrarlo en la nevera.
PREGUNTA TÓPICA
miércoles, mayo 11th, 2011¿Por qué una persona que es “perro viejo” es alguien lleno de la sabiduría que sólo da la experiencia y “perra vieja” es una prostituta desvencijada?
EL VIENTO DEL DESIERTO
martes, mayo 10th, 2011La señora que me ayudaba a adecentar la casa se llama Betty. Betty es ecuatoriana y fuerte como una tormenta tropical. Por eso yo la llamo Huracán Betty. Ahora ha tenido una hermosa bebé, tamaño noruego más o menos, y lleva unos meses atendiendo a sus necesidades. Hasta que vuelva me echa una mano una señora magrebí. A la que la segunda vez que trasteó en mi casa decidí llamar El Viento del Desierto. Porque es una versión africana del vendaval.
El otro día entro en el cuarto de estar y encuentro la mitad del suelo lleno de plumas. Maldigo la primavera con sus flores y sus pajaritos que se ponen de los nervios y se cuelan en casa poniéndome a mí de los mismos nervios u otros similares. En plena maldición me doy cuenta de que todas las plumas son blancas. Y constando mi jardín (de momento) sólo de urracas enormes, mirlos y un pájaro carpintero, empiezo a preguntarme si habré encontrado el famoso mirlo blanco.
Miro y remiro y rebusco en las cercanías de la ventana y el mirlo blanco no aparece. En cambio, se persona en la puerta del cuarto de estar El Viento del Desierto. “He sacudido los cojines del sofá porque me parecían un poco aplastados”, me dice, orgullosísima de sus desvelos por mi hogar, dulce hogar. Me fijo entonces en que hay más plumas blancas cerca del sofá que junto a la ventana, lo que debería haberme hecho sospechar. Y que los almohadones del mencionado sofá están ligeramente despachurrados por los laterales y completamente inflados en plan soufflé por el medio. Le doy las gracias al Viento del Desierto y corro a atrincherarme en mi habitación… ¡Me da un miedo…!
UNA ALEGRIA
jueves, mayo 5th, 2011Mi aventura de hoy no es una aventura sino una alegría:
He encontrado mi aparcamiento favorito en la villa de Madrid, zona centrísimo.
Es el garaje (público) del hotel Santo Domingo que como su nombre no indica no está en la cuesta de Santo Domingo ni en la plazuela de Santo Domingo. Sino en la calle canija que va desde justo antes de Callao hasta Santo Domingo propiamente dicho.
Nada más entrar ya se lleva una cierta sorpresa. Porque la primera rampa de bajada tiene todo el muro ilustrado con dibujos de gorilas. Los primos de KingKong tienen un aire bastante amenazador sobre fondo de mucha selva, lianas y demás. Ahí empiezo yo la preguntarme dónde me he metido y si el parking será público o tal vez privadísimo y dedicado en exclusiva a fiestas tropicales. Probablemente con pilinguis incluidas en el sarao.
Como no puedo detenerme, continúo hasta la segunda rampa cuya pared derecha luce un muestrario de pinturas de metro. No de un metro (mide mucho más) sino de los trenes del transporte subterráneo y metropolitano: el metro, ya digo. Que, por cierto, está representado con muchos vagones retorcidos y una realista sensación de movimiento que me arroja a la planta tercera.
Aquí, el artista (o los artistas, porque hay pintura y pared para dar y tomar) ha organizado un cuarto de juegos para niños. Así que niños (de tamaño gigante, por cierto) juegan a los cochecitos con utilitarios de colores y tamaño un palmo (aprox.)
A partir de ahí me rindo: he caído seducida por un aparcamiento donde es imposible equivocarse de planta y no hace falta memorizar números y colores para recuperar el coche propio, o sea, mi pobrecito utilitario.
Bajo a la cuarta y última planta llevada sólo por la curiosidad y el afán investigador y científico que me caracterizan. Y soy recompensada: este piso es una inmensa pecera de paredes pintadas de azul, algas agitándose en la corriente y peces grandes comiéndose al pez chico. A mogollón.
Aparco frente a una manada (cardumen se llama a esto, pero no quiero abrumaros con mi sabiduría) de sardinillas. Y me voy tan contenta. Hoy no me pierdo fijo (y no me perdí, listillas e incluso listillos).
Eso sí, de precio, carísimo. Pero tan entretenido…