Archive for the ‘Uncategorized’ Category

JENGIBRE

domingo, mayo 15th, 2011

Me encanta el jengibre. Me gusta su perfume, su sabor fresquísimo y con ese punto picante y su “físico” de cactus calvo. Y no, no me recuerda a nada más, a pesar de lo que piensen los malpensantes. Soy de las que en los restaurantes asiáticos pilla las láminas de jengibre en encurtidos y llora sabrosamente masticándolas. Una delicia.

Si fuera “nariz” de algún laboratorio perfumero alta gama, diseñaría un perfume con elevada concentración de aroma a jengibre. Eso para el invierno, cuando el jengibre da calor y picor y se relaciona excelentemente con los abrigos. En verano aflojaría la cantidad de jengibre y la combinaría con notas cítricas. Jengibre con el ácido dulce de la naranja, por ejemplo. O el sobresalto amarillo del limón.

Todo esto se me ha ocurrido porque en la mesa donde trabajo flota un suave olor a jengibre. Que a pesar de lo que me gusta, me tiene sutilmente intrigada. O sea, intrigada pero poco. Ya que mi mesa, lo reconozco, es un caos y a saber qué secretos oculta.
Pasa un rato. Pasa otro. Me decido: hago el esfuerzo, enorme esfuerzo, de ordenar la mesa donde trabajo. Y nada. No hay jengibre a la vista.
Pasa otro rato, Recuerdo que en la estantería, detrás de mí, se alinean mis bolsos, bien agrupaditos por colores. Los reviso uno a uno y ya estoy maldiciendo por lo bajinis cuando llego al bolso rojo grande que tiene como veinte cremalleras. Bajo y subo cremalleras y al fin descubro el jengibre. En esa bolsita blanca y plastilándica, tan poco ecológica, que me dieron en la tienda de comiditas chinas y junto al recibo del aparcamiento de los chinos propiamente. Si lo sé, lo dejo un par de semanas más. Para que crezca. Pena me ha dado encerrarlo en la nevera.

PREGUNTA TÓPICA

miércoles, mayo 11th, 2011

¿Por qué una persona que es “perro viejo” es alguien lleno de la sabiduría que sólo da la experiencia y “perra vieja” es una prostituta desvencijada?

EL VIENTO DEL DESIERTO

martes, mayo 10th, 2011

La señora que me ayudaba a adecentar la casa se llama Betty. Betty es ecuatoriana y fuerte como una tormenta tropical. Por eso yo la llamo Huracán Betty. Ahora ha tenido una hermosa bebé, tamaño noruego más o menos, y lleva unos meses atendiendo a sus necesidades. Hasta que vuelva me echa una mano una señora magrebí. A la que la segunda vez que trasteó en mi casa decidí llamar El Viento del Desierto. Porque es una versión africana del vendaval.
El otro día entro en el cuarto de estar y encuentro la mitad del suelo lleno de plumas. Maldigo la primavera con sus flores y sus pajaritos que se ponen de los nervios y se cuelan en casa poniéndome a mí de los mismos nervios u otros similares. En plena maldición me doy cuenta de que todas las plumas son blancas. Y constando mi jardín (de momento) sólo de urracas enormes, mirlos y un pájaro carpintero, empiezo a preguntarme si habré encontrado el famoso mirlo blanco.
Miro y remiro y rebusco en las cercanías de la ventana y el mirlo blanco no aparece. En cambio, se persona en la puerta del cuarto de estar El Viento del Desierto. “He sacudido los cojines del sofá porque me parecían un poco aplastados”, me dice, orgullosísima de sus desvelos por mi hogar, dulce hogar. Me fijo entonces en que hay más plumas blancas cerca del sofá que junto a la ventana, lo que debería haberme hecho sospechar. Y que los almohadones del mencionado sofá están ligeramente despachurrados por los laterales y completamente inflados en plan soufflé por el medio. Le doy las gracias al Viento del Desierto y corro a atrincherarme en mi habitación… ¡Me da un miedo…!

UNA ALEGRIA

jueves, mayo 5th, 2011

Mi aventura de hoy no es una aventura sino una alegría:
He encontrado mi aparcamiento favorito en la villa de Madrid, zona centrísimo.
Es el garaje (público) del hotel Santo Domingo que como su nombre no indica no está en la cuesta de Santo Domingo ni en la plazuela de Santo Domingo. Sino en la calle canija que va desde justo antes de Callao hasta Santo Domingo propiamente dicho.
Nada más entrar ya se lleva una cierta sorpresa. Porque la primera rampa de bajada tiene todo el muro ilustrado con dibujos de gorilas. Los primos de KingKong tienen un aire bastante amenazador sobre fondo de mucha selva, lianas y demás. Ahí empiezo yo la preguntarme dónde me he metido y si el parking será público o tal vez privadísimo y dedicado en exclusiva a fiestas tropicales. Probablemente con pilinguis incluidas en el sarao.
Como no puedo detenerme, continúo hasta la segunda rampa cuya pared derecha luce un muestrario de pinturas de metro. No de un metro (mide mucho más) sino de los trenes del transporte subterráneo y metropolitano: el metro, ya digo. Que, por cierto, está representado con muchos vagones retorcidos y una realista sensación de movimiento que me arroja a la planta tercera.
Aquí, el artista (o los artistas, porque hay pintura y pared para dar y tomar) ha organizado un cuarto de juegos para niños. Así que niños (de tamaño gigante, por cierto) juegan a los cochecitos con utilitarios de colores y tamaño un palmo (aprox.)
A partir de ahí me rindo: he caído seducida por un aparcamiento donde es imposible equivocarse de planta y no hace falta memorizar números y colores para recuperar el coche propio, o sea, mi pobrecito utilitario.
Bajo a la cuarta y última planta llevada sólo por la curiosidad y el afán investigador y científico que me caracterizan. Y soy recompensada: este piso es una inmensa pecera de paredes pintadas de azul, algas agitándose en la corriente y peces grandes comiéndose al pez chico. A mogollón.
Aparco frente a una manada (cardumen se llama a esto, pero no quiero abrumaros con mi sabiduría) de sardinillas. Y me voy tan contenta. Hoy no me pierdo fijo (y no me perdí, listillas e incluso listillos).
Eso sí, de precio, carísimo. Pero tan entretenido…

EL PROGRESO QUE NOS ARROLLA

martes, abril 26th, 2011

No creais que he dedicado estos días pasados tan sólo a la holganza y la molicie. Entre otras razones porque he convivido intensamente con mi hijo menor a cuyo lado la holganza es difícil y la molicie imposible. De verdad. En realidad he empleado gran parte de la Semana Santa en meditaciones provechosas.
Por ejemplo, dándole vueltas al Progreso Que Nos Arrolla. Ya no pedimos luz y taquígrafos sino leds y teclado. Algunas profesiones se encuentran en vías de extinción y otras son sustituidas. Muy cierto. ¿De qué viven ahora los señores que trabajaban depositando una hoja mustia de lechuga en cada carrito del Híper? Pues se han pasado todos a la posmodernidad y ahora trabajan dejando en cada mencionado carrito un guante plasticoso de los de coger y pesar la fruta. La energía muta y se transforma pero no desaparece. Qué bien.

PERFECTITA PEREZ (Y II)

lunes, abril 25th, 2011

Vale, he tardado algunos días ¿y qué?
Lo que quería contaros es que, una vez instalada dentro de la bata papelera, se me desmontó parte del montaje de Perfectita Pérez, la parte de seguridad en mí misma, sobre todo. La batita, dicho sea de paso, me la pongo como me da la gana. Que es con apertura delantera y con la cintita ridícula sin atar. Si se trata de pudor, me siento mejor así que con el trasero al aire y si se trata de sujetar la bata en torno al cuerpo, prefiero arrebujármela :esa cintita no sirve más que para entretenerse porque no se queda en su sitio jamás. La de la bata del otro día, por cierto, venía atada con un complicadísimo nudo supongo que marinero, sin descartar que sea la marca de un asesino en serie. Bien, cuando acababa de utilizar los dientes para desatar la cintita ridícula que, a su vez, ataba la bata enrollada como un calendario chino, entra una Amable Señorita para advertirme de que “cuando se ponga la bata, nos vamos”. ¿Nos vamos? ¿A dónde nos vamos? ¿Y por qué nos vamos a ir juntas?. Pues nos vamos a dar la vuelta a todo el centro médico, en olor de multitudes, con la asquerosa batita por encima, los tacones puestos y la ropa propia y el bolso al brazo. “Uy, se le ha caído el sujetador”, me dice la Amable Señorita entregándomelo y empujándome dentro de la salita de Densitometrías. Minutos más tarde _muchos_, y tras quitarme la bata y volvérmela a poner, siguiendo instrucciones, la Amable Señorita me extrae de esa sala y me anuncia _”nos vamos”_ un nuevo recorrido entre manadas de pacientes hasta embutirme en la sala de Mamografías. Y justo antes de cerrar la puerta… “Uy, se le ha caído otra vez el suje”, me dice la Amable Señorita que ya está cogiendo confianza (y el sujetador del suelo).
De la sala esta y tras quitarme la bata y volvérmela a poner según costumbre, salgo por mi propio pie y alegre y pimpante debido a que, en contra de lo habitual, no me han dejado las pechugas fritas a base de vuelta y vuelta. La Amable Señorita me guía entonces entre otras señoras con la bata azul y la cara verde (¿qué les habrán hecho a ellas?) hacia la salita de Ecografías donde me insta de nuevo a quitarme la batita de las narices. Ya para entonces me daba todo igual _más o menos_ y reconozco que con el look (salvo zapatos) de Perfectita Pérez al brazo, me resultaba algo difícil mantener la mirada altiva y despreciativa. Por la incongruencia, más que nada. Pero entonces la Amable Señorita tuvo un detalle que me levantó la moral a la altura de los tacones. Y me devolvió la pizca de confianza en mí misma que había perdido con tanto trajín de bata papelera: “Lleva usted un sujetador precioso”, me dijo la Amable Señorita. Lo que, viniendo de una experta como ella, es un piropo importante. Que ella en cambio, tuviera un aire pelín hortera, no tiene ninguna importancia. De verdad.

PERFECTITA PÉREZ

miércoles, abril 13th, 2011

Iba yo esta mañana con mi look de Perfectita Pérez, dispuesta a comerme el mundo. El look de Perfectita Pérez incluye tacón siempre, distintas combinaciones de tonos beige y blanco _que tanto me favorece_ pañuelazo y bolso total. Es la imagen que luzco en los despachos de abogados, el banco cuando voy a pedir y las consultas médicas que atentan a la dignidad, como el dentista o la ginecóloga.
Estoy convencida de que, efectivamente, una imagen vale màs que mil palabras (porque de otra forma no se entendería que les paguen tanto a las modelos y tan poquísimo a los que escribimos). Y mi disfraz de Perfectita Pérez, aunque no demasiado realista (yo soy como más desordenada y con el bolso de distinto color), me permite mostrar al mundo la Alicia que, habitualmente, duerme dentro de mí:
Una mujer HIPERsegura de sí misma e incluso pelín despreciativa. Una dama capaz de sostener la mirada del cocodrilo abogado de la parte contraria y hacerle enmudecer. Una señora que, sin pestañear, cala los tacones en los estribos del potro. O como se llame ese artefacto sobre el que una se tumba a fin de facilitar a la profesión médica la inserción de diversos aparatos humillantes en rincones anatómicos donde siempre hay que pedir permiso para entrar. Uuufff, me he quedado sin aliento escritor. Bueno, pues que sin pestañear y sin perder el señorío, se entiende.

Así que iba yo de triunfadora conjuntadísima y altiva cuando… me ha fracasado la mitad de la estrategia.Tras la primera exploración y petroleado de bajos, he sido enviada al Departamento de Ahí Te Pillo, Ahí Te Mato (ese donde te hacen todas las pruebas habidas y por haber, previa entrega de variados volantes ) y sus diversos Subdepartamentos. En el Ahí Te Pillo, Ahí Te Mato, me han dado una batita azul marino que me sienta como un tiro y me han instado a desvestirme muchísimo y plantarme la batita dichosa.
Estas batas no vale para cubrirse ni responden al pudor ni nada. Estas batas son la señal de que varias personas a las que no conoces de nada te van a someter a diversas sevicias. Estas batas eran siempre azul clarito o blancas y de tela. Ahora no, ahora son como de papel reciclado y tonos oscuros, lo que me hace sospechar, por su oscuridad, que no son de un solo uso y por su aspecto de paquete de regalo japonés, que no son lavables. En fin, cada una e incluso cada uno, que deduzca lo que quiera.
… CONTINUARÁ. Mañana os cuento más.

DIFICULTAD ESPACIAL (y II)

sábado, marzo 26th, 2011

Recorro el aparcamiento como cuatro veces buscando el número 141, bonito capicúa, en la primera planta, zona color turquesa. Y ahí hay un cochazo que por el tamaño en general y el brillo de la carrocería en particular, no se parece al mío en nada. Ni en el color siquiera.
Mientras busco al vigilante, pintor (porque había varios y se les notaba conocedores del aparcamiento), guarda o similar que pueda ayudarme, paso también repetidamente delante de un cajero automático.
Decido ir pagando y como luego tengo 15 minutos de validez… Meto el tiquet como me manda el dibujo de la pantallita y la máquina, después de concentrarse un ratín, me anuncia que no reconoce el mencionado tiquet. Me lo anuncia en letras rojas y luminosas además, que son como de mucho peligro, como si aquello fuera a autodestruirse justo después. Por si acaso, vuelvo a meter el tiquet de diversas formas y maneras desobedeciendo al dibujo de la pantallita. Nada, que no lo reconoce. Así que reemprendo la búsqueda de un ser humano no automatizado que pueda orientarme.
Lo encuentro. Que este no es mi parking, dice. Y a continuación, me instruye. Que suba por ahí, llegue a la superficie o acera de la calle Serrano, continúe andando hasta encontrar la siguiente entrada a un parking y que ese es el mío. Obedezco, subo, ando, entro, bajo y oh no, imposible, no puede ser, oh ¿por qué?, tampoco en el número 141 color turquesa está mi pobrecito utilitario. Obligada por las circunstancias tomo una dura decisión: ya entrenada subiré, andaré, entraré en la siguiente entrada, bajaré y buscaré mi coche y repetiré la operación tantas veces como sea necesario.
Bien, a la tercera va la vencida. La gente corriente se equivoca de plaza de aparcamiento y tarda en encontrar el coche. La gente ya más de mi estilo se equivoca de planta en el aparcamiento y tiene que pedir auxilio al guarda o cajero o lo que sea para encontrar su coche. Y la gente como yo, que alguno habrá, se equivoca de aparcamiento. Varias veces.

DIFICULTAD ESPACIAL

viernes, marzo 25th, 2011

Tengo una dificultad espacial. No especial ¿eh?. Espacial. Tampoco quiere decir que tenga una dificultad astronómica. Las estrellas se me dan superbien y durante la lluvia de estrellas de agosto procuro siempre estar en la playa para contar las Lágrimas de san Lorenzo con los dedos y una caipirinha. Mi cosa espacial consiste en que no me oriento. No es que me oriente poco, es que en absoluto. A mí me preguntan si encima o debajo y a duras penas me aclaro. Y si se trata de ir al volante y si derecha o izquierda, pues… como un traje de sevillana: tirando de volante pá un lado y pá otro, ozú. Y preguntando además. Que preguntando se llega a Roma e incluso a la calle Santa Cruz de Marcenado, es un suponer. Lo malo es cuando no sé ni qué preguntar.
Hoy mismo, verbigracia. He ido a culturizarme a la calle Claudio Coello, a la Fundación Carlos de Amberes que, ya su propio nombre lo indica, es un sitio imponente de arte. Quiero decir que Fundación Carlos de Amberes no puede llamarse una tienda de fajas, por ejemplo.
Y buscando sitio para aparcar y habiendo recorrido toda la Puerta de Alcalá y aledaños, que sólo me faltaba cruzar por el medio de los arcos, se me ocurre movilfonear a ver si como yo recuerdo, lo de Carlos de Amberes está en los primerísimos números de la calle Claudio Coello, en el 20 tal vez. Que en el 99 me dicen. Así que menos mal que el aparcamiento era imposible porque si no, me recorro la mitad de la calle cantando bajo la lluvia. Y con el paraguas en el fondo del maletero porque esto es Madrid ¿no?, pues cuatro gotas y a correr. Correr si corrí luego pero bajo un simulacro del diluvio universal. Porque esto es Madrid ¿no? pues el día que toca llover, en plan Noé.
En fin, que vuelvo sobre mis huellas de neumático (porque si andando vuelve uno sobre sus pasos, digo yo que en coche se volverá de esa manera) y me acerco sigilosamente a CC nº 99. Me acerco sigilosamente por si algún despistado deja un hueco libre en batería ( si no es en batería, misión imposible para mí por mi dificultad espacial, que no calculo, vamos) y antes de que los demás tiburones al volante lo huelan, zas, ya he aparcado y estoy dándome al arte. Bonito ¿verdad?. Pero mentira. No había un solo hueco ni sitio ni nada y decido meterlo en el primer aparcamiento carísimo que encuentre. A la vuelta de la esquina, el nuevo y flamante Serrano Park que ya estrené hace unos días con unos amigos norteños y del cual me permití presumir comme-il-faut, porque el parking en cuestión es atómico. Me río yo del metro de Norman Foster de Bilbao.
Y en ese aparcamiento ultramoderno que se extiende por todas las tripas de la calle Serrano he tenido varios problemas.
_Problema I: lo espacial que os digo.
_Problema II : no dejé las miguitas de “Pulgarcito El Niño Listo” ni las piedrecitas de “Pulgarcito 2 El Retorno”.
_Problema III… (continuará)

UN HAIKU

domingo, marzo 13th, 2011

Como en casa de una amiga con más (amigas). Esta actividad, siempre gozosa, se convierte hoy en planazo superlativo porque tiene excusa ecológicobotánica. Palabra, por cierto, que es un desafío al diccionario de la RAE.
Mi amiga vive junto a la Quinta de los Molinos y allá nos vamos con el café recién tomado a ver los almendros en flor. O lo que esta primavera deja de los almendros en flor entre lluvias y amagos de nieve. Siguen estando preciosos. Un poco desconcertados tal vez por el cambio de temperaturas cada cuarto de hora. Como mi perra.En mi calle han florecido los ciruelos cuando las mimosas apuntaban sólo una pelusilla amarillenta. Después llega el ventarrón. La perrita mira a lo alto despistadísima: ¿llueven flores?
Me dicen que el pasado fin de semana había caravanas de coches en la carretera hacia el valle del Jerte. Para echarle una ojeada a los cerezos floridos. Que se esfuerzan bajo el viento helador. A los madrileños, la Quinta de los Molinos nos pilla más cerca de la Puerta de Alcalá. Y los almendros son como más castizos. Los cerezos en flor me parecen a mí algo japonesizantes (a ver qué dice ahora el diccionario de la RAE, hala).
De todas formas y como estos árboles primaverales piden poesía a gritos, propongo dedicarles un haiku:
Sobre la blancura de los almendros, nieva.
Por ejemplo. Para decir un haiku como Dios manda, hay que guiñar los ojos a estilo oriental y aguantarse la risa.

Y las e incluso los que no sepan qué es un haiku, que no lo brsquen en el diccionario de la RAE: no viene. Pero pueden hacerse un esfuercito por Internet.