TÍTULOS (II)

diciembre 5th, 2022

Lo decíamos de pequeñitos: «Y ahora viene la segunda parte que es la más interesante». En este caso la segunda parte es más bien triste y de mucho pensar.

Supongo que todo aquel montaje sonoro e iracundo tiene algo que ver con Tamara Falcó, la marquesa por antonomasia según varios medios de comunicación. Eso me gusta más todavía porque Tamara es joven, guapa y elegante. Simpática además con ese deje pijo estupendisimo que a veces despista sobre lo inteligente que es.

Y lo supongo porque no creo que mi particular Fiera Turca (perdón turcos y otros amigos) tenga trato o siquiera acceso a ningún título nobiliario como no sea viendo a Tamara en El Hormiguero o similar.

Lo que me impresionó fue su odio, su ira, la cólera que traía ya de su casa. Porque yo no tuve tiempo ni me dej´´o un instante para provocar su indignación. Ahora los llaman jeiters (haters, escriben), odiadores, en las redes sociales. Y nunca me había encontrado con ninguno. Lo de esta mujer no sé si era ser jeiter o, simplemente, maleducada en grado sumo. Pero me pregunto cómo y por qué sale una a la calle con esa rabia dentro. Abrigada, además de con su cazadora rojo atemorizante, con kilos de rencor y furia.

Tal vez lo suyo era lo que los clásicos llamaban «odio de clase», así, a la antigua. O que había tenido un día regularmente espeso, no necesariamente agotador como el mío pero tampoco tan divertido.

En fin. Luego nos quejamos de que los Padres y las Madres de la Patria (o Matria, según se mire) se insulten y digan cosas feas, desagradables y zafias en el Congreso. ¡¡Pero si eso está en la calle!! No sé si es la gente corriente la que copia a los diputados o si los políticos se ponen vocacionalmente a la altura del adoquín. En cualquier caso, todo muy feo.

PREJUICIOS PROPIOS

abril 2nd, 2024

Recién pasados por agua en esta Semana Santa que parecía una procesión permanente de Nuestra Señora del Paraguas, nos encontramos con varios casos de racismo. Racismo futbolero y poco imaginativo. Pero, eso sí, patriótico. Sí, hay quien ha insultado a un jugador afroafricano, o sea, negro. Pero porque era muy chulito y se subió a la grada. Claro, igual que en cuanto se habla de los insultos a Vinicius (que es afrosudamericano, o sea, negro) sale alguien diciendo que es un broncas y un provocador. De esto, de ese extraño afán por cargar contra la víctima y no contra el victimario ya hablamos hace unos días. Y da igual que se trate de insultos racistas o relaciones sexuales forzadas .

Dejo aparte la reacción del F.C El Rayo de Majadahonda que se negó a seguir jugando tras los insultos a su portero. Un portero que, repito, es afroafricano, o sea, negro. Lo que dejo aparte es que, al parecer, esta reacción lógica y deseable en cualquier encuentro, no ha parecido bien a muchos. Pues vale.

Y dejo aparte también este racismo importado que no es nada nuestro. Lo sorpredente esta vez es que también se haya cargado contra un jugador gitano llamándole eso, gitano. Por eso digo que a algun bestia de los que gritaban se le ha despertado el racista ibérico que llevaba dentro. No nos engañemos, España presume de país poco racista con los negros. Y lo era, mayormente que aquí no había. O con los sudamericanos por la misma razón. Con los moros (así les llamamos) ya es otra cuestión pero aún siguen siendo pocos. Así que menos problemas

Pero ¿y los gitanos? Ah, los gitanos es otra cuestión. Los gitanos en nuestro país están tan discriminados como se dejen. Los gitanos son sucios, ladrones, asociales. Y más cosas que me callo. Así están considerados desde antes de Felipe II. Y por eso ya hace casi quinientos años este rey promulgo una Pragmática en que los traía fritos. El racismo antigitano lo llevamos en las venas desde hace 5 siglos. O más. Desde los cuentos para niños a las historietas de Ibáñez. El Hombre del Saco era gitano. Con seguridad.

A ver cómo nos cargamos ahora tanto prejuicio y tan nuestro. Largo me lo fiais…

TENGAMOS CUIDADO

marzo 26th, 2024

Vivimos en una sociedad tan patriarcal que debemos tener máximo cuidado para no caer en las trampas. Que están por todas partes: en casa, entre los amigos, en el trabajo, en familia, en el super.

Me doy cuenta charlando con unos amigos. El tema es peliagudo: Dani Alves y sus méritos para estar en la cárcel y salir de ella muy condicionalmente, rumbo, supongo, al avión privado y un país con palmeras. Pero casi de inmediato la conversación gira hacia la víctima. Y ahí es dónde nos perdemos en grupo. Se comenta que la víctima había bebido mil copas. Que estaba con el futbolista en un reservado. Que se fué con él a los lavabos. Que qué se esperaba en esas circunstancias. Que no se le puede dar marcha a un hombre y no darse cuenta de lo que pasará después. Que….

Y esa es la trampa. De pronto parecemos los abogados defensores del ¿señor? Alves. Estos amigos son buenas personas (comprobado) y, aparentemente, poco machistas (no conozco a nadie y me incluyo, que sea Cero Machista). ¿Entonces? Pues que aún vivimos en una sociedad patriarcal que se aferra a dichos y costumbres de siglos pasados, pero que muy pasados. Y esa mentalidad nos impregna en cuanto nos descuidamos. No es cuestión de teoría sino de práctica. Tenemos que sacudirnos los hábitos para que se ventilen. Dejar de empatizar con los violadores condenados y desearles mucho arrepentimiento y contrición y propósito de la enmienda y… muchos años de cárcel. Y no pensar en la víctima más que como eso, como una víctima. Da igual que sea una niña bien o una prostituta, que esté con copas o a trinaranjus, que vaya bien tapadita o descocada. No quería más y fue agredida sexualmente. Violada, vamos.

No sigamos cayendo en la trampa de buscarle excusas al violador a costa de la víctima. Tengamos cuidado.

EL AGUA Y YO (III)

marzo 7th, 2024

Ayer me enteré de que los hombres que se ocupan de mí y particularmente de mi salud y bienestar físico se llaman siempre Fernando. Así se llama mi fisioterapeuta y el profesor/entrenador de natación. Para distinguirlos cuando pienso en ellos los llamo»Fernandoelquemecruje» (denominación de origen donostiarra, porque donostiarra es la amiga que me lo sugirió) y Fernandogluglú.

La semana pasada Fernandoelquemecruje estuvo propiamente crujiendo, ordenando, estirando, ablandando y algun etcétera todo lo que se me habia cambiado de sitio o puesto tieso por culpa de Fernandoglugú. Y es que este último al principio tenía en mí una fe ciega. Tanta que me hacía cruzar piscina, patalear (que técnicamente se llama «¡patada!») y controlar la respiración «¡burbujita!» mucho más de lo que mi cuerpo y mente eran capaces de hacer. Ahora, días después, ya su fe es sólo algo miope y nos llevamos mejor.

_Alicia _me dice_, tú mucha respiración, ¡burbujita! ¡burbujita!, porque el impulso de avance y la flotación ya los tienes.

Y yo me quedo mudita, con lo difícil que es callarme a mí, porque no sé muy bien si, en conjunto, esto que me dice es bueno o malo. Agotada salgo y con agujetas en lugares extraños.

Y luego está lo del gorrito dichoso ahora complementado con unas gafas de hormiga atómica que, de verdad, no favorecen nada. Cuando me quito el gorro me caen ríos de agua por la espalda y sobre los hombros. Porque la gorrilla esta no vale más que para asustar al enemigo. Segura estoy de que si me cruzo con un tiburón, sale pitando. Es la antítesis del glamour. Luego, cuando me seco el pelo, se me queda una melena ondulada pero muy ondulada. Algo así como de El Rey León pero sin la parte Rey.

Eso sí, los dos Fernandos opinan que la natación es buenísima en general y mejor todavía para mí en particular. Así que, con la imaginación puesta en un futuro de sílfide y Esther Williams, continúo.

AGUANTE Y VULGARIDAD

marzo 1st, 2024

Llevo semanas aguantándome. Varias. Desde que Inés Hernand nos contó los Goya, que ya lo dijo ella, que los contaba en plan humor y comentario, no en plan transmisión periodística. Y lo que me aguanto es un odio bastante visceral hacia la televisión pública que es de todos y entre todos la pagamos. Esta RTVE de los últimos tiempos me despierta indignación frecuente y, esta mañanita, repugnancia incluso.

Tenía yo una mañana de marujeo total, incluidas lavadora, compra, guisoteo y no incluida plancha porque de verdad, por ahí, por la plancha, sí que no paso. Acorde con mi situación y ánimos decidí poner la teleone para informarme de la corrupción política de la semana y como agradable sonido de fondo

En la pantalla aparece una escena que me hace sospechar que me he equivocado de canal. Compruebo el mando. No me he equivocado. Vuelvo a mirar y veo un señor, bueno, el culo de un señor (¿?) con una bengala chisporroteante bien plantada por medio y mitad. Unos jóvenes varones se despepitan de risa y comentan que debe ser el cumpleaños del, pongamos, bengalí. El, pongamos, bengalí, duerme el sueño de los justos (¿?). Me quedo tan atónita que vuelvo a ver la escena casi al completo antes de ser consciente y apagar la teleone. Porque, por si no me he enterado bien a la primera, el vídeo o lo que sea se reproduce de nuevo. Luego me entero de que un par de delincuentes cometen alegremente este tipo de tropelía y además abusan sexualmente de unas niñas (¿a que lo de niñas suena mucho más horroroso que «menores»? pues resulta útil recordar que menores significa simplemente niños o niñas según el caso). Todo ello previa ingestión voluntaria y/o forzada de drogas varias.

Y ahora viene la pregunta: ¿Ayuda a la información el pase por la tele en bucle de semejante escena? ¿Me ayuda a mí de alguna manera el verla? Porque con mis impuestos se paga el programa que, repetidamente, la emite.

Tal vez sea yo una rancia pero lo de esta mañana en un programa supuestamente informativo y lo de Inés Hernand en los Goya me parecen una muestra de vulgaridad. Y si, como al parecer sucede con la señora Hernand, es que a los más jóvenes les atrae mucho el visionado de la vulgaridad pues qué pena de educación les hemos dado. Y mal remedio es fomentar esta querencia.

La señora Hernand abrió su «Goyas» con una blasfemia, continuó llamando «icono» a todo el que pasaba cerca, presidente o el último de la fila y avisando de que tenía un gas. Finalizó con un eructo a micrófono. La redacción y los responsables últimos del programa siguen a tortas, unos a favor y otros en contra.

El programa de y para mañaneros nos plantó la escenita antes descrita sin discusión, por lo que se ve. Y se oye.

Pero a mí que lo pago con mis impuestos nadie me ha preguntado mi opinión. Y cada vez que veo este tipo de cositas en «mi» tele me da una vergüenza atroz. Y me lleno de odio hacia RTVE que juega con mi dinero y me agrede con su vulgaridad. Y me aguanto, claro.

EL AGUA Y YO (II)

febrero 16th, 2024

Mi cubano rumbero ha resultado ser colombiano, qué cosas. Estaba yo a remojo cuando me preguntó:

_¿Cuál es tu nombre?

_Me llamo Alicia _contesté para no faltar a la verdad.

_Ah, Alicia hermosa, Alicia dorada…_canturreó él

_Es un vallenato _aclaró además

Se lo cuento a una amiga que pregunta horrorizada:

_¿Te llamó gorda así?

Pues no. El vallenato es un baile de aquellas tierras y lo que mi amiga piensa es en ballenas. Y en focas, supongo. A lo mejor en vacas también. Es decir, en animalillos fácilmente distinguibles por sus curvas y amplias dimensiones. Qué tienen que ver conmigo estos bichos precisa contestación de encuesta: no sabe, no contesta. Desde luego mi colombiano bailón es amable y bienintencionado y no creo yo que tuviera, justamente, mala intención.

En fin, que a mí la autoestima no me la bajan en el agua. En tierra firme ya es otra cosa porque, la verdad, es que últimamente estoy redondita como una albóndiga.

Total que me mandó mi colombiano flotador que hiciera varios largos (o cortos, la piscina de aprendizaje es pequeña) moviendo los pies en tijera y controlando la respiración. Ahí está lo difícil y lo que yo he venido a aprender. Porque mi respiración tira a despendolada y falta de armonía con piernas y brazos. Mi colombiano flotante dice que ése es mi problema y solo se arregla entrenando. Y yo…entreno. Hasta la exageración (que en mi caso alcanza la media hora y no más)

En consecuencia llevo ya un par de días con el trocánter o el músculo piramidal o el psoas o lo que sea, hecho una porquería. Preciso masaje propio con crema anti «duele que te matas», fisioterapeuta para arreglar el chandrío y reposo abundante. Y, de momento, nada de nadar. La semana que viene, veremos.

EL AGUA Y YO

febrero 6th, 2024

Me encanta el agua. La de bañarse y en su sitio, mejor piscina que mar que a ratos se mueve demasiado. Pero me temo que al agua no le gusto yo. Cada tantos años me da por hacer ejercicio (poco) en piscina y habitualmente me pasa alguna aventura, cosas curiosas que al parecer no les suceden a otras personas.

Hace años fui en grupo a una piscina calentita con parte spa y parte de chapoteo, profundidad y monitor cachas (y luego se vio que muy antipático). Me tiré al agua tan contenta.

_Señora, que hay que entrar por las escaleras _dijo él muy serio

_Ay perdona _dije con una sonrisa de disculpa total_ es que soy muy de pueblo yo

_¿Y en su pueblo no hay escaleras, señora? _remató él más serio todavía.

Me di cuenta de que no íbamos a ser amigos nunca y me dediqué al gluglú lo más lejos posible. Lugar desde donde tardé un ratito todavía en encontrar las escaleras dichosas. Menos mal, porque a ver si no, cómo iba a salir después. Ya me veía esperando a remojo el cambio de turno de monitores.

Esta semana decidí hacer algo ilusionante que tenía pendiente desde pequeñita. Aprender a nadar. Quiero decir con estilo y la respiración ad hoc, patalear y no hundirme ya sé.

Iba a comprarme el indispensable gorrito plastilándico y torturador, ese que te arranca la mitad de los pelos de la cabeza y que no sé qué es más dificil, ponérselo o quitárselo. Justo al ladito veo lo que llaman gorros de natación «de punto» que no son tal sino una gorrllla de poliéster finito y tirando a resbaloso. Decido comprármela y además, conociendo mi melena peleona, también una goma de pelo con volantito de plástico para mejor sujeción. A ver si todo esto cuela en el reglamento piscinero,

Y si, al monitor actual que es cubano y bailón le parece bien. Miro bien por todos lados y la piscina no tiene escaleras. Que no. Que estuve media hora en el agua y no las vi. El caso es que decido entrar con un grácil saltito y… !allá voy! Me hundo como debe ser y al salir a la superficie veo mi gorrito y la goma con volante flotando cada uno en una punta de la piscina.

_Señora, el gorro se lo guardo aquí pero por lo menos la moña se la tiene que poner

Asi que de momento aprendo vocabulario (lo de la «moña» me parece apropiadísimo) y mas adelante con tesón y esfuerzo aprenderé a nadar en condiciones. Digo yo. .

RECTIFICACIÓN

enero 25th, 2024

Rectificar es de sabios. O de Pedro Sánchez. Pero no quiero entrar en política (y depresión subsiguiente). Así que voy a la sabiduría: me he vuelto más sabia que ninguna.

Resulta que de toda la vida (la vida mía desde que tengo carnet de conducir) he preferido los coches pequeños. Empecé con un seiscientos y a lo largo de los años he intentado siempre conducir coches canijos o, todo lo más, medianos.

En el taller donde reparan mi pobrecito utilitario del golpe pataplán con que lo embistieron, me ofrecen como coche de sustitución un _dice mi vecino_ «cochazo». Sin alternativa. Lo peleo:

_Oiga, que yo un coche tan grande y alto y tal, no lo voy a saber conducir

_Que sí mujer, en dos minutos le coge usted el tranquillo. Además es facilísimo del todo porque es automático

_Ah no, automático para nada, no he conducido un automático en mi vida, eso sí que no

El del taller me mira. Yo le miro. El me mira otra vez. Y por supuesto me quedo con el semitanque este, híbrido, automático y no sé que más.

Y aquí viene mi rectificación: qué maravilla es conducir un cacharro de tamaño antifaltón (con un coche así no te faltan al respeto ni te pitan aunque no tengas la culpa ni…). Y más maravilla todavía lo del automatismo. El coche va solo y yo me limito a mirar el paisaje y, de vez en cuando, frenar. Cómo he podido pasar tantos años, ignorante de mí, dándole a las marchas, jugando al ahora embrague, ahora freno, ahora viene una curva gorda… Sí que es un poco alto para mí pero aunque me canse subir no sabéis lo descansada que me bajo. Siempre he criticado el tamaño de estos coches enormes que se te echan encima sin ningun respeto y ocupan varios sitios a la hora de aparcar, los que llamo «coches de finca» porque están diseñados para recorrer una finca con verdes praderas y bosquecillo de fondo y no para el semáforo y el atasco. Bueno, pues me arrepiento. Aunque el coche de sustitución es solo mediano, o sea, como lo diría yo, un «coche de parcela». Me arrepiento más que muy arrepentida y con dolor de contrición. Lo peor es que ahora que he descubierto un nuevo mundo del motor no me llegan las economías para acceder a él. La vida es cruel a veces.

ESTE AÑO 2024

enero 7th, 2024

Como estamos en un país libre (dicen), cada uno empieza el año como quiere. A veces, sólo como puede.

Yo he empezado 2024 con paz y alegría pero ya al día siguiente se me torció un poco la cosa. Iba yo tan contenta por mi autopista favorita y me paré en la cuesta que sube a mi segunda carretera favorita, la que me lleva a mi hogar, dulce hogar, debido al gran número de vehículos también parados. Justo al pie del cartel de tráfico que anuncia Fin Del Tramo de Concentración de Accidentes y debajo del que unos días sí y otros no, pide que reduzcamos la velocidad por Riesgo de Colisión por Alcance.

Y esto es lo que pasa: que la gente en gran número no sabe leer. Y el cartel de Reducir la Velocidad etc que lo pide con muchas luces que se apagan y se encienden y otra vez etc, no estaba encendido. Y así un conductor analfabeto (supongo) cogió velocidad y se empotró en el coche de detrás de mi pobrecito utilitario. Y éste en mi pobrecito utilitario conmigo dentro que un susto… Los demás coches detenidos que ya habían empezado a moverse se largaron con viento fresco. Y allí quedamos el presunto asesino en serie, el señor del coche de atrás y yo misma. A un ladito en el arcén y con un viento huracanado y continuo que para eso es enero.

Tengo el cuello al bies y una cadera mirando para Portugal, país vecino y amigo. Estoy de médico y fisioterapia y sobre todo al borde de un ataque de nervios por enfado. Pero también soy más sabia. Como paso cada día por ese lugar y casi siempre veo cuatro o cinco coches en el arcén intercambiando los «papeles del seguro», me preguntaba yo cómo a estas alturas del siglo XXI seguía la gente dándose golpes en cadena, De verdad que me intrigaba, Bueno, pues ya no. Sólo hay que ir a mucha más velocidad de la debida y observando las alegres evoluciones de los pajaritos del campo en lugar de concentrarse en lo que se tiene por delante.

Y si esto pasa a mediodía (porque era a la hora del aperitivo) no quiero pensar el ambientazo que habrá durante las copas nocturnas. Cuando se me pase el mal humor a lo mejor me acerco una noche.

NO ME ACLARO

diciembre 6th, 2023

Me he tomado un trimestre sabático o tridimensional, según se mire. Y lo hice porque no me aclaro. No acabo de digerir la salvajada de Ucrania y ya se me echa encima el lío de Gaza. Siempre he tenido las ideas bastante claras pero en estos momentos ya no sé quienes son los malos y quienes los buenos. La discusión de la amnistía sólo sirve para que aprendamos mucho de la cosa jurídica y, de paso, nos cabreemos (con perdón). Ya comprendo la diferencia entre indulto y amnistía y el plus de la malversación de fondos. Pero de qué me sirve si llega don Pedro Sánchez y corta, cose y nos hace un traje nuevo. La distinción ente mentira gorda y cambio de opinión se me hace algo más cuesta arriba. Pero con el tiempo y cierto esfuerzo lo entenderé también.

En otro orden de cosas, en mi trimestre de descanso se nos han muerto tres señoras que tenían diferentes capillitas en mi almario. María Teresa Campos, María Jiménez y Concha Velasco. Alguna me gustaba más que otras. Pero todas importantes en su género que, mientras no se demuestre lo contrario, era el femenino. Mientras tanto, las muertas por violencia de género o asesinato machista (que de ambas maneras puede decirse) ya salen a más de una a la semana. Y aún tenemos todo el mes. Este mes que nos cuentan es el más peligroso del año junto con julio/agosto de vacaciones playeras. Porque el peligro, al parecer, está en la juerga y posterior reacción. Y también en que la señora decida separarse y, ¡oh imprudencia!, lo ponga en conocimiento de su dueño y señor. Qué cosas. De los hijos de estas parejas fastidiadas mejor no hablamos. Hoy.

Y nos queda el cambio climático, la pertinaz sequía como en tiempos de Franco, las huelgas de médicos y el precio del bogavante o el aceite de oliva. De verdad que con solo un trimestre no hay quien digiera tanto despropósito. Y no me aclaro.

COSAS QUE NO ME GUSTAN (III): La escalada

agosto 31st, 2023

Y no digo la de tirar p’al monte o el rocódromo, que tampoco. Sino de esa escalada obligatoria a que ultimamente nos someten los locales de café y caña según horas, vulgo, bares.

Pide una un café a media mañana y pregunta el camarero :»¿En mesa o en la barra?'» «En mesa _responde una, o sea, yo_ viendo que la barra está hasta arriba de funcionarios dandose al café de media mañana, propiamente. «Ah, pues vaya a la mesa que se lo llevo», me dice él amabilísimo. Y yo, obediente, me doy la vuelta y me acerco a la mesa. Me acerco sólo porque instalarme en ella, vamos, en el taburete contiguo, es imposible.

Esta moda reciente de poner el tablero de la mesa y el asiento de sus sillas compañeras a metro y medio en vertical del suelo tiene que ser un invento de algun Escandinavo Resentido. Alguien que en su primera juventud se comía las rodillas a la par que el pincho de tortilla sentado dificultosamente en una mesa mediterránea, es decir, de altura razonable para las tribus celtíberas, unos 70 cms aprox. Le pasa por emigrar. Y lo pagamos el resto.

Se ve que el Escandinavo Resentido es rencoroso y nos la tenía guardada. Y se ve además que el mencionado Escandinavo Resentido tiene contactos influencias y probablemente un pastón. Porque no he visto moda más absurda y menos práctica para el españolito de a pie y su señora.

CERRADO POR VACACIONES (Continuará)

Y en verano, este de ahora por ejemplo, peor: a la calorina ambiental y la falda corta es preciso sumarle el esfuerzo escalatorio taburete arriba (yo suelo empezar a saltitos) sin que la faldita revolotee alrededor no vaya a venir un Rubiales y encima la culpa es mía. Y el maleficio de las zapatillas de esparto que, sean como sean de altura y cuña, tienen la suela plana. Y con una suela así los niveles de adherencia a las larguísimas patas del supuesto asiento quedan bajo mínimos. Y conste que lo intento, a veces incluso con sandalias altas que por lo menos tienen tacón para engancharse.

Cuando empiezo a trepar siempre pienso en los entrenamientos salvajes de película americana. Esos en que los soldados suben esforzadamente por una pared vertical de madera agarrados a una cuerda gorda, llenos de sudor y barro (de la prueba anterior) con un sargento injuriándolos a grito pelado. Lo mío es parecido pero sin sargento. Y sin barro.

La cuestión es que yo mido a lo largo lo mismo que las mesas estas modernas con una jarra de cerveza encima. Y si tardo lo que tardo en encaramarme a la cerveza se le baja la espuma. A lo mejor por eso prefiero el vino y una mesa en condiciones. En condiciones mediterráneas.