La primavera esta llena de peligros. Y la primavera empieza prontísimo. Está el campo que parece un mantel de cuadros amarillo. Los muros y vallas se llenan de flores blancas o azules, nacen las camelias a la sombra y estallan de rojo los geranios al sol. Todo bonito/precioso, alergias aparte.
Pero como nada es perfecto, brotan en carreteras y caminos los ciclistas. Ya sé que también nacen ciclistas bajo el asfalto ciudadano. Pero estos me asustan menos. Los ciclistas de carretera son lo más en cuanto a peligros. Y más aún cuando van en grupo, pegaditos unos a otros como una piña o una fuente de torrijas . Todos uniformados talmente para el Tour de Francia con sus cascos de colorines, las camisetas de marca deportiva de lujo y la pantaleta luciendo la pantorrilla como la que iba de Santurce a Bilbao.
Los odio. Y en realidad los motivos de mi odio no son del todo culpa suya. Es cierto que por mucha musculatura que entrenen previamente en el gimnasio, los ciclistas van lentos como el consabido caballo del malo. Y cuando digo lentos es que no pasan, trabajosamente, de los 30 km por hora. Una velocidad de crucero dificil de mantener en coche. Incluso en mi pobrecito utilitario que no es precisamente un meteoro por su rapidez.
Así que debo encomendarme a todos los santos que se me ocurren en el momento para que
1) no se me cale el coche
2) no me lleve por delante a algun brioso ciclista, la gloria de Medina, la flor de Olmedo (es un suponer)
y 3) no me tengan en cuenta los entes celestiales el florido vocabulario que se me sube a la boca sin remedio
Y, con todo, se debe mi odio a otras circunstancias. Que al parecer (no estoy segura) dependen del código de circulación. O mejor dicho, de las recomendaciones que nos hacen desde Tráfico para adelantar a los cicilistas. So pena de multa, pérdida de puntos y/o despanzurre. Y que consisten mayormente en adelantar al mecionado deportista sobre ruedas (2) dejando metro y medio de distancia lateral aunque para ello se pise y rebase la línea continua y se invada el carril contrario. Es decir saltandose a la torera el código de circulación y con frecuencia dandonos a los conductores de vehículos también con ruedas (4) un susto infartante. Porque una, es decir, yo, va por su carril más mona y prudente que ninguna y de pronto se encuentra a dos o tres coches de frente por medio y mitad del mencionado carril. Susto, el primero. Porque lo que estos coches además indican es que, pasando la curva, aparecerá un pelotón de ciclistas primaverales preferible pero no necesariamente al otro lado del camino. Otro susto.
De verdad, los odio. Y además no he podido comentar aun lo de Ana Obregón y debo ser la única